La Inteligencia Artificial profundizará la desigualdad y la polarización. Y no, la moratoria no va a impedirlo

Hoy un medio nacional ha roto una nueva barrera: «El Mundo» ha publicado en portada una foto imposible generada por Inteligencia Artificial. Es una foto imposible, porque muestra a Yolanda Díaz y a Pablo Iglesias muy sonrientes, como si tramaran algo juntos. Pero también es prácticamente imposible distinguirla de una foto real. De hecho, explica Jaime García Cantero, el experto en tecnología de «Hoy por Hoy», muy pronto solo una inteligencia artificial será capaz de identificar otros productos, ya sean imágenes o textos, generados por inteligencia artificial. Y todo va a tanta velocidad que estamos hablando de un desarrollo que no se dará en años, ni en meses, sino en cuestión de semanas y días. La cuestión es, además, quién controlará esa inteligencia artificial, y quién controlará a quien la controlará... en un bucle infinito de una complejidad que se nos escapa. Y todo esto, en plena campaña electoral, dando la oportunidad a los políticos y a los electores a tildar de manipuladas noticias reales o a fabricar noticias falsas con toda la apariencia de verdad. ¿Qué podemos hacer frente a una revolución como esta, que va tan deprisa? Jaime confiesa que por un lado es normal sentir «fascinación absoluta; no te crees que una inteligencia artificial, ya sea Chat GPT con el lenguaje o cualquier de las gráficas, sea capaz de hacer estas cosas». Pero por otro lado, está el «terror», por la velocidad de crucero que ha tomado, evolucionando semana a semana: «El Chat GPT 4, la última versión de esta tecnología lleva solo diez días (¡diez días!) presentada y ya hay miles de aplicaciones que hacen uso de esta inteligencia artificial.» Y además, las derivadas más importantes: «¿Dónde nos deja esto a las personas? Por un lado, estamos ante la destrucción absoluta del concepto de verdad. Y la segunda derivada, la capacidad para generar desigualdades que tienen estas herramientas. Las empresas que sean capaces de usarlas frente a las demás tienen una ventaja tan exponencial que cuestiona la existencia del resto. Va a destruir empleos, va a destruir empresas y va a hacer que países enteros no sean competitivos». La ofimática, por ejemplo, se va a transformar en cuestión de muy pocos meses, cosa que destruirá muchos trabajos y hará aparecer unos pocos nuevos, escasos pero muy bien pagados. Desde el punto de vista del trabajo, hay que tener en cuenta tres escalones: las empresas que crean inteligencia artificial (unos 10 gigantes en todo el mundo, y ninguno en Europa), las empresas que entrenan a la inteligencia artificial (donde Europa sí puede tener un papel) y las que se mantienen ajenas a todo esto, que verán un brutal descenso en su productividad. De modo que seremos más pobres y encima no sabremos distinguir la verdad de las mentiras: una receta escalofriante para la desigualdad y la polarización, como advierte Jaime García Cantero. No todo es negativo: podremos hacer más cosas en menos tiempo, pero debemos repensar qué queremos hacer con todo esto. Algunos intelectuales proponen rentas universales, o el «comunismo de lujo altamente automatizado» de Aaron Bastani, pero lo que está claro es que si no hacemos nada, todo parecer llevar a la catástrofe. «Una especie tan lista como la nuestra, capaz de crear una inteligencia artificial, ¿es incapaz de tomar medidas que puedan frenar, digerir, hacer que esto se haga en beneficio de todos?. Aún estamos a tiempo y hay que ser optimista». ¿La moratoria de 6 meses para buscar una regulación que firma gente como Elon Musk o el CEO de Apple, podría ayudar? Jaime opina que esto es ciencia ficción: no funcionará, proque la IA mueve mucho dinero y genera mucho poder, y nadie va a convencer a ninguna empresa de que pare de trabajar y de ingresar millones de euros. Y además también participa China en esta carrera, aunque de cómo esté evolucionando su propia investigación en Occidente no sepamos gran cosa. El caso es que la moratoria es prácticamente imposible de implementar. Nació como una ONG, una organización sin ánimo de lucro, pero ese momento idealista duró poco. Y su nacimiento está muy ligado precisamente a la empresa que ´más está viendo deteriorado su negocio por su culpa: Google. Los desarrollos de inteligencia artificial de Google son el germen de Open IA. De hecho la «T» de Chat GPT viene de «transformative», que era como se llamaban esos desarrollos. Open IA los fue entrenando, no se vieron resultados en unos años y de repente: este boom. Al frente de la empresa está Sam Altman, un joven ingeniero a quien se compara mucho con Zuckerberg: un excéntrico solitario que abandonó sus estudios en Stanford para crear una red social, de la que habló (luciendo un polo de dos cuellos) en 2008 junto a Steve Jobs en la presentación de la App Store. Luego la vendió por 50 millones de dólares (calderilla en Silicon Valley) y a partir de ahí entró en este proyecto. Se dice que la Unión Europea será el primer gobierno en regular la Inteligencia Artificial, pero el proceso regulatorio lleva ya en marcha año y medio y aún no se ha llegado a nada. Y no podrá hacer nada si trabaja tan despacio frente a una tecnología que avanza a esta velocidad. Un último destello de optimismo: España tiene dos bazas importantes en este nuevo ecosistema. Por un lado el español, un idioma hablado por millones de personas y que sirve para entrenar a las IA, y, por otro, una estructura sofisticada como es el supercomputador MareNostrum 5, uno de las pocas en Europa capaces de trabajar en este tipo de entornos.

La Inteligencia Artificial profundizará la desigualdad y la polarización. Y no, la moratoria no va a impedirlo

Jaime García Cantero explica por qué el desarrollo de la IA es tan temible para trabajadores, empresas y países, pero ofrece dos pequeños rayos de esperanza para España

Eva Cruz