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María González Romero: "Un animal que se siente en riesgo o huye o se paraliza o reacciona y ataca de vuelta. Con las personas pasa igual. Hay que observar al comunicarnos"

La mediadora y abogada ha presentado en Hora 25 con Aimar Bretos su último libro "Debajo de las palabras: Cómo la comunicación no violenta puede mejorar tu vida"

Madrid

"La comunicación no violenta es una mirada interior en busca de autoconocimiento para ser más consciente de lo que te pasa a ti por dentro cuando te relacionas contigo mismo y con los demás". María González Romero, abogada y mediadora, ve en esta manera de interacción con el mundo que le rodea una herramienta tan importante en el día a día de cualquier persona que ha desgranado cada uno de sus secretos esta noche en Hora 25 con Aimar Bretos y en su nuevo libro "Debajo de las palabras: Cómo la comunicación no violenta puede mejorar tu vida", de Plataforma Editorial. En pocas palabras, la comunicación no violenta, cuenta la autora "es un entrenamiento para traducir los mensajes de la persona con la que estés interactuando para poder escucharla sin reaccionar automáticamente a lo que dice y elegir una respuesta que vaya a favor de la conexión y permita una comunicación eficaz".

Uno de los principales motivos que ponen de manifiesto la necesidad de este modelo de interacción social es que "normalmente reaccionamos impulsivamente como si fuera un estímulo-respuesta", explica González Romero, y "no llegamos a habitar ese microsegundo necesario para poder alinear la respuesta que damos con nuestros valores y con el mismo propósito de la comunicación". De hecho, ser capaz de distinguir si se está siendo víctima del estímulo y se está cayendo en la comunicación violenta es más complicado de lo que parece. "Todo el mundo identifica violencia con insultos o con mensajes que intimiden pero hay muchas formas de comunicación que según este modelo son violentas y que no son evidentes para la mayoría", considera. Un ejemplo claro es el silencio. "Puede ser muy violento no decir algo que querrías decir porque no encuentras la manera de decirlo o por eso tan habitual de 'tener la fiesta en paz'". En este tipo de situaciones el problema principal estriba en la falta de transparencia. "No estás dejando ver a la otra persona lo que piensas realmente y eso acaba generando desconfianza porque no puedes compartir con esa otra persona lo que tú estás viviendo por dentro", profundiza.

Pero la especialista advierte, "no hay que caer en el sincericidio" para evitar situaciones violentas. "No se trata de decirte lo que pienso, como sea, cuando sea, te guste o no. Se trata de buscar la manera de decir lo que piensas en el momento adecuado para que el otro lo pueda escuchar", zanja la mediadora. La clave para una correcta comunicación es evitar que "el de enfrente reaccione cerrándose y no escuchando lo que le tengas que decir". En ese sentido, la autora de "Debajo de las palabras" ofrece unos sencillos trucos. "Hay que observar porque así conseguimos ver si el de enfrente está percibiendo la conversación como violenta". La observación es crucial porque "incluso aunque no se tenga la sensación de estar dando un cariz violento a una conversación la persona de enfrente puede estar percibiendo la charla como violenta, aunque no tengamos esa intención, y reaccionar cerrándose a ese intercambio comunicativo". La autora hace una comparación clara. "Es como cuando ves un documental de los de después de comer y ves a un animal que se siente en riesgo suele reaccionar de tres maneras, o huye o se paraliza o reacciona y ataca de vuelta", apunta. Cuando una persona reacciona de una manera similar significa que se está sintiendo en peligro y hay algo en esa interacción que le llega como violento o peligroso o dañino.

En ese momento, cuenta González Romero, "hay que darle al 'botón de pausa' y encontrar la manera de decirle a la otra persona en un lenguaje y estilo similar al de cada uno: 'Creo que esto te está incomodando y quiero compartir contigo que mi intención al tratar el asunto del que estamos hablando era esta o la otra. Es posible que haya sido torpe en mis palabras pero no quería incomodarte'". Esta forma de comunicación, afirma, es algo así como aprender a hablar del elefante en la habitación.

Visibilizar ese elefante en la habitación, ese tema que está siendo difícil abordar, asevera la escritora, "es generar una corriente de empatía con el otro porque se quiere hablar de ese asunto complicado con la seguridad de que hablar no va a ser más peligroso o incómodo que el silencio", zanja. Esto es como aprender un idioma que no conoces, comenta. "Es que sencillamente necesitas desactivar y desaprender un montón de automatismos en los que nos hemos criado todos y además tienes pocos referentes que lo hagan de otra manera", resume.

González Romero alerta: "La mayor parte de las interacciones no las vivimos con mucha conciencia. Nos dejamos llevar por lo que viene y las emociones se contagian rapidísimo". De hecho, la escritora expone una situación cotidiana: "Es como cuando vas a un bar y el camarero o la camarera te pone el café de mala manera, y tú te vas cabreado como un mono. Te has llevado un cabreo gratis por algo que estaba viviendo alguien al que no conoces de nada. La explicación es muy sencilla. "Las personas funcionamos por reciprocidad, como si fuéramos espejos y como no estés atento, te llevas puesto lo del de enfrente", cuenta.

Los adultos, dice la experta, entramos en la misma reacción que un niño perdido en un pasillo de supermercado berreando. Por pudor, un adulto no se tira al suelo, dice, pero el cerebro funciona igual que el de ese niño. "Quedamos atrapados en lo que los expertos llaman el secuestro emocional. Lo decía Goleman en su inteligencia emocional. Cuando tú estás en esta reacción de secuestro emocional, no tienes la parte del cerebro que gestiona las respuestas razonables", explica.

 
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