Sébastien Vanicek, director de 'Vermin': "Hay mucho desprecio en la forma en la que se manejan los problemas de los suburbios"
El cineasta parisino debuta con una película de terror sobre una plaga de arañas con la que denuncia la opresión contra los habitantes de la periferia y reflexiona sobre la libertad, "ya sea para los animales o para los humanos"

Fotograma de la película 'Vermin: La plaga' / ADSO Films

Madrid
Los suburbios parisinos se han convertido con el paso de las décadas en uno de los escenarios más recurrentes del cine francés. Obras cumbres de la cinematografía gala como El odio de Mathieu Kassovitz y éxitos recientes en crítica y premios como Los miserables de Ladj Ly confirman que la banlieue parisina reúne condiciones idóneas para desarrollar historias de diversa índole. Sin embargo, a ojos de algunos habitantes de esos espacios, una cierta tendencia ha atravesado el grueso de las obras situadas en el extrarradio de la capital: una inclinación hacia el drama que aporta una imagen particularmente negativa de los barrios. Sébastien Vanicek, joven realizador natural de la periferia de París, pensó que su estreno en el largometraje podía ser una buena oportunidad para darle una vuelta la situación y concibió así una película de terror con marcado tono militante.
Vermin: La plaga, presenta a Kaleb, un joven habitante del extrarradio parisino cercano a los 30 años en horas bajas: peleado con su hermana por asuntos de herencia, incomunicado con su mejor amigo y sobreviviendo a base de ventas de zapatillas. Entusiasta de los animales exóticos, un día trae a casa una araña que se le escapa accidentalmente y el arácnido, muy venenoso, no tarda en multiplicarse y desatar el caos en el edificio. La policía, despreciativa y autoritaria en su trato, obliga al bloque a confinarse y se desentiende de la plaga que amenaza en el interior a sus habitantes. Es ahí donde Kaleb, reunido de nuevo con su hermana y su amigo, tendrá que luchar para salvarse a él y a los suyos.
"Las arañas son las criaturas reales que más sufren por su apariencia", explica Vanicek sobre la elección de estos insectos como móvil de su película. El joven cineasta explica que "son cosas pequeñas y frágiles que en Europa, por ejemplo, no hacen daño a nadie" pero que sin embargo "sufren mucho por su apariencia, son asesinadas y cazadas tan pronto como son vistas". Con ellas, el director construye un paralelismo "con los personajes de los que hablo y, en este caso, con los habitantes de los suburbios". "También hay un tema de protección animal y animalismo", manifiesta. El realizador explica que tiene la mentalidad de que "cuando amas a los animales, cuando te gusta verlos, no los quieres enjaulados en espacios pequeños donde están desnutridos y no son libres". Desde su punto de vista, la película es "una reflexión sobre la libertad, ya sea para los animales o para los humanos" y considera que "debemos dejar que todo lo que vive tenga derecho a expresarse y a vivir como quiera".
En la película, el confinamiento del edificio provoca que convivan en un mismo espacio todo tipo de personas confrontadas entre sí: jóvenes y ancianos, inmigrantes de segunda o tercera generación y racistas... Se conforma así un microcosmos, una especie de "caja" donde Vanicek quiere ver "cómo afrontan sus problemas". Dicha práctica es en sí misma una imitación de la vida real, donde los habitantes de la periferia se les intenta "encerrar, mantenerlos alejados y dejar que las cosas se arreglen solas, como si juntasen animales e insectos en una jaula para ver cuál sobrevive". "Hay mucho desprecio en la forma en la que se manejan los problemas de los suburbios", afirma el director, quien cree que "como resultado, la violencia no hace más que aumentar dentro de este microcosmos". A su vez, presentar en Vermin un espacio tan cerrado permite "un verdadero paralelismo entre los animales encerrados en cajas, como los viveros de Kaleb, y ellos mismos" y simbolizar que "hay muchos problemas que vienen de fuera y que poco a poco están asfixiando a estas personas que viven juntas".
La supervivencia en Vermin más allá del plano individual: Kaleb no solo quiere salvarse a sí mismo y a sus amigos, también intenta proteger a los que han sido sus vecinos desde la infancia y han formado con él una gran familia. Tal concepción de la vecindad proviene de la propia experiencia de Sébastien Vanicek: "Hay muchas películas francesas que muestran una imagen negativa de los suburbios y no me parece mal, también existe ese lado negativo, pero con demasiada frecuencia son dramas o hablan sobre tráfico de drogas, y es importante para mí mostrar lugares donde las personas se conocen, han vivido juntas durante mucho tiempo y conviven entre vecinos". "Se forma algo bastante fraternal y amistoso entre todos, se crean familias pequeñas donde si hay algún problema, somos más de unirnos que de dividirnos", relata el realizador parisino, que añade que "eso es lo que yo sé sobre los suburbios en los que crecí y era importante para mí mostrarlo así".
La obra presenta a una policía que "hace algo que no es bueno para nuestros protagonistas", pero el director recuerda que "si escuchas a a esos policías, te das cuenta de que ellos también están intentando hacerlo lo mejor posible, aunque no lo logren, pero es que tienen órdenes y tienen que seguirlas". Aunque Vermin cuenta con acaloradas escenas de pura rabia ante la injusticia policial, Vanicek cuenta que tuvo "cuidado de no hacer una película maniquea, que no fuese ni blanca ni negra, para no descuidar esos tonos grises". El parisino expone que sus personajes son seres humanos, "por lo que cometen muchos errores" y eso crea "mucha tensión".
"Yo diría que el mensaje social de la película gira principalmente en torno al diálogo", expone. La incomunicación es un rasgo fundamental en el guion: "tenemos un hermano y una hermana que no se comunican, dos amigos que ya no se comunican, la policía que no puede comunicarse con los habitantes del edificio y eso es lo único que crea problemas y violencia". "Si empezamos a comunicarnos entre nosotros nos damos cuenta de que podemos resolver los problemas y con las arañas es más o menos lo mismo porque mientras haya malinterpretación, la amenaza no hace más que aumentar, pero tan pronto como hay comprensión y diálogo, disminuye la violencia", declara el autor de Vermin.
Dinámica y angustiosa, la película transcurre prácticamente siempre en pasillos o habitaciones cerradas, lo que Sébastien Vanicek considera que "trae problemas, pero siempre es interesante tener problemas en un rodaje porque obliga a pensar mucho más y encontrar soluciones creativas". El cineasta rechaza así rodajes como los de "Marvel en los que estás con una pantalla verde y puedes hacer lo que quieras con la cámara". "Ahí no hay nada de creatividad porque no hay restricciones, las películas pierden interés si no las experimentas físicamente", expresa. En ese sentido, relata que "toda la energía que se utilizó en el rodaje estando en constante movimiento se puede sentir en las imágenes. "Todo lo que experimentamos fuera de la filmación, la dificultad, los problemas, la tensión, lo pusimos en las imágenes y por eso para mí era muy interesante tener problemas", ilustra con entusiasmo para la Cadena SER.
Seguida de su estreno en la Semana de la Crítica del Festival de Venecia, la película fue presentada en el Festival de Sitges. Ahí se llevó el Premio especial del Jurado de la Sección Oficial Fantàstic y Vanicek tuvo la oportunidad de conocer a Juan Antonio Bayona. El cineasta nominado al Oscar por La Sociedad de la nieve conversó sobre cine español con el director parisino y de su formación en el cine de terror para terminar llegando a otros géneros. Precisamente la adaptación a distintos códigos sin renunciar a la impronta autoral es algo que fascina al director francés, quien pone a Ridley Scott como ejemplo: "Puede pasar de Alien a Gladiator, lo cual es una gran diferencia, pero sus películas siempre son muy estilizadas y reconocemos su estilo". Ya desde su ópera prima eso es lo que intenta conseguir Vanicek: "Quiero construir mi cine y que pueda reconocerse desde sus imágenes". De momento, su estreno en el largometraje augura una carrera prometedora: la película suma buenos números en la taquilla francesa y ha sido nominada a al Premio César (el equivalente galo de los Goya) a la mejor primera película.

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