El bueno, el feo y el malo
El feo y malo de Sánchez es Óscar Puente; el de Feijóo, Miguel Tellado. Perros ladradores, su obligación es mostrarse siempre enfadados. Perros mordedores, solo saben defenderse atacando y no está documentado que en alguna ocasión hayan admitido un error
"El bueno, el feo y el malo": La mirada de Ignacio Martínez de Pisón
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Madrid
Una tarde de la década de los setenta, Felipe González y Alfonso Guerra fueron juntos al cine y se repartieron los personajes de la película. González, que eligió primero, se quedó con el del bueno. Por su parte, Guerra, como en una oferta de "pague uno y llévese dos", se quedó con los del feo y el malo.
Desde entonces, la historia de la democracia española ha sido una historia de buenos, feos y malos. Aznar empezó haciendo de bueno, pero acabó de feo y de malo, porque prefería ser temido a ser querido. Zapatero, en cambio, se mantuvo anclado en su condición de buenista y consiguió que hasta la Real Academia aceptara el vocablo como un insulto. ¿Y ahora? Ahora hemos vuelto a lo de antes, y tanto Pedro Sánchez como Alberto Núñez Feijóo han optado por ser el lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Sabedores, eso sí, de que nunca faltará un feo y malo que les cubra las espaldas.
El feo y malo de Sánchez es Óscar Puente; el de Feijóo, Miguel Tellado. Perros ladradores, su obligación es mostrarse siempre enfadados. Perros mordedores, solo saben defenderse atacando y no está documentado que en alguna ocasión hayan admitido un error. Responden a cada rebuzno con un rebuzno mayor y, si alguna vez piden disculpas por una grosería, les sale el cordero malo que llevan dentro y recitan el vacuo y consabido “pido disculpas si he molestado a alguien”.
¿Quién sabe lo que habría pasado si, aquella lejana tarde de los años setenta, González y Guerra no hubieran ido a ver El bueno, el feo y el malo, sino, digamos, Pan, amor y fantasía?