Nadal lo ocupa todo
Se acaba una carrera y cabalga, del todo desatada, una leyenda

Barcelona
Rafa Nadal anuncia que se retira. Y lo ocupa todo. Todo el espacio. Desplaza a las demás noticias. Se acaba una carrera y cabalga, del todo desatada, una leyenda. ¿Por qué? ¿Solo por los ratos extraordinarios que nos ha brindado desde las pistas de todo el mundo, de tierra, de hierba, duras? ¿Solo por su brillante palmarés, difícilmente igualable?
¿O sobre todo por los valores humanos que ha exprimido, desplegado, y regalado a todos en estos años emocionantes? Por su esfuerzo sin rincón para la renuncia. Por su espíritu de lucha, sin rendición, hasta la última pelota. Por su elegancia en el momento de ganar y la dignidad a la hora de perder. Sí, por todo eso. Y porque aunque ha hecho alguna cosa que nos disgusta –su contrato en Arabia Saudita--, no ha eclipsado el resto. Quizá porque se enfanga con los demás, cuando azota el temporal y el barro.
Pero muchos deportistas y otros personajes públicos comparten, poco o mucho, todas esas virtudes. Hay algo más. Claro que el chaval de Manacor se cree sus éxitos, faltaría más. Pero lo bonito es que no se emborracha con ellos. Que se comporta como si no fueran extraordinarios, como si se tratase de circunstancias -igual que sus reveses- que le acompañan en la vida. Que no se la cambian, no se la modifican, no le convierten en un ídolo clásico, un ser superior, divinizado por los fans o los medios.
Aunque se despide cuando está ya consagrado como un personaje universal, se siente y, sobre todo, actúa como amigo de sus amigos, los de la infancia y los después. Como colega del juego a cartas en la casa familiar o en el bar del pueblo. Como marido de su mujer, que fue su novia desde muy joven, sin estridencias. Como papá normal. Todo eso, sí, aunque leyenda.

Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...




