Opinión

Contra el trumpismo, más FP

Recuperar y fortalecer una clase media laboral y profesional puede ser una de las vías más eficaces para combatir la desigualdad y asegurar la cohesión social

Donald Trump habla a sus seguidores durante la fiesta de visualización de la noche electoral este miércoles en el Centro de Convenciones de West Palm Beach, Florida (Estados Unidos) / CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH (EFE)

Donald Trump habla a sus seguidores durante la fiesta de visualización de la noche electoral este miércoles en el Centro de Convenciones de West Palm Beach, Florida (Estados Unidos)

Madrid

Todo el mundo parece convencido de que la victoria de Trump señala un cambio de época. Entre los progresistas de todo el mundo cunde la amargura de sentir que la culpa es de la izquierda por haberse olvidado de los perdedores de la globalización y la desindustrialización. Michael Ignatieff, el intelectual y expolítico canadiense, lo decía con una frase clara y rotunda al hablar de "cincuenta años de negligencia progresista liberal ante la desigualdad".

Esta idea, que se repite estos días en muchos análisis, supone hacer un acto de severa contrición por parte de una izquierda ilustrada que creyó que la sociedad de la información que empezó a tomar forma hace medio siglo impulsada por la revolución tecnológica digital crearía una economía con más oportunidades para todos. Sin embargo, lo que hemos visto hasta ahora es que los ricos lo son más que nunca, una imparable erosión de la clase media y la aparición de una nueva clase social cuyo rasgo común no es otro que la precariedad laboral, sueldos de pobreza y máxima inestabilidad vital.

En Estados Unidos, la brecha social fundamental está definida por el nivel de formación. Mientras los graduados universitarios sí se han beneficiado ampliamente de las promesas de la revolución digital, el resto de la población ha salido perdiendo. Parte de la industria se deslocalizó a China y muchos no han tenido acceso más que a trabajos low cost. Por eso Kamala Harris ha sido víctima de la ira de los perdedores de la globalización, doblemente indignados por estimar que la izquierda se preocupaba más de las políticas de identidad y de género que por la vida miserable de los trabajadores sin expectativas.

Como siempre ocurre, las cuestiones complejas tienen muchos matices. En realidad, es discutible si la socialdemocracia ignoró el crecimiento de la desigualdad o simplemente ha sido impotente para revertirla al haber desaparecido el contrapeso de una gran base obrera fuertemente sindicalizada, hoy disuelta en las tinieblas de la precariedad.

En España vemos las mismas tendencias, solo parcialmente contrarrestadas por los esfuerzos de los gobiernos de Pedro Sánchez desde 2018 con políticas como la subida del salario mínimo, limitación de la temporalidad o aumento de las ayudas sociales. Sin embargo, quizás una de las medidas más efectivas contra la desigualdad y la creciente brecha entre ricos y pobres podría llegar a través de la modernización de la Formación Profesional, que además tiene la ventaja de ser una política que tiene un amplio consenso político, compromiso de las comunidades autónomas e importante financiación europea; y que conecta de lleno con la necesidad de las empresas de contar con más técnicos especializados para mejorar su productividad.

Una de las personas que más clara ha visto la gran oportunidad para nuestro país que puede dar esta reforma ha sido Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social y prestigioso economista que fue catedrático de la Universidad de Barcelona. Costas sostiene que, si se completa con éxito el impulso a la FP, sobre todo acentuando su carácter de enseñanza dual en el aula y en la empresa, España tendrá una posibilidad real de recuperar y fortalecer una clase media laboral y profesional, nutrida por miles de jóvenes que podrán acceder a empleos de calidad, bien remunerados y en sectores emergentes.

Avanzar en esa dirección no solo permitiría resolver uno de los principales desajustes de nuestro mercado laboral y del perfil educativo de la población española, sino algo de mucho más calado social y político. Porque, como viene diciendo el presidente del Consejo Económico y Social desde hace tiempo, la necesidad de crear buenos empleos, para más personas y en más lugares de España es un reto existencial del que depende la cohesión social y territorial e incluso la propia democracia. Por una vez, hablamos de un gran problema para el que sí parece haber una solución a nuestro alcance.

José Carlos Arnal Losilla

José Carlos Arnal Losilla

Periodista y escritor. Autor de “Ciudad abierta, ciudad digital” (Ed. Catarata, 2021). Ha trabajado...

 
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