Así es la novela de no ficción, el género del libro sobre José Bretón que ha paralizado Anagrama
La novela de no ficción es la etiqueta con la que suelen denominarse a libros que no son ensayo, pero tampoco una novela al uso como este relato de uno de los asesinatos más mediáticos y horrendos de las últimas décadas

José Bretón en sede judicial / EFE

Es un género con mucha devoción por parte de la crítica y de los lectores, difícil de encuadrar en una definición. La novela de no ficción es la etiqueta con la que suelen denominarse a libros que no son ensayo, pero tampoco una novela al uso. Podríamos decir que es un género literario híbrido, que mezcla la novela tradicional y el testimonio o crónica periodística. El odio, el libro de Luisgé Martín, cuya distribución en librerías ha paralizado esta semana la editorial Anagrama, se enmarca en este tipo de género, donde el tema parece narrado de manera ficcionada, pero donde hay un narrador en primera persona que cuenta el suceso y al que añade un análisis y crítica.
"La literatura trata desde siempre realidades complejas y dolorosas, también crímenes que han marcado a sociedades enteras", señala el comunicado de la Editorial Anagrama, en el que defiende su derecho constitucional a publicar y escribir sobre cualquier tema, incluso sobre uno de los parricidios más mediáticos de las últimas décadas en España.
José Bretón asesinó a sus hijos el 8 de octubre de 2011 en Córdoba, luego quemó sus cadáveres. Lo hizo después de que su mujer le pidiera el divorcio. Fue condenado en julio de 2013 por la Audiencia Provincial como autor de dos delitos de asesinato a las penas de 20 años de cárcel por cada niño, 40 años en total de los que cumplirá 25 de condena efectiva. Está previsto que salga de la cárcel en 2036.
El odio tiene dos dimensiones. Por un lado, hay una reconstrucción de ese crimen. El escritor se afana por contar de manera minuciosa y sin morbo los días previos al asesinato y el propio crimen, mientras indaga en la personalidad manipuladora, narcisista y compleja del asesino. Un hombre normal y corriente que comete un acto de violencia de género, pues el análisis del escritor nos lleva a la violencia vicaria, esa que ejercen los maltratadores hacia sus hijos para hacer más daño a sus parejas.
Ese retrato lo hace a través del estudio del comportamiento de Bretón durante el juicio, de los informes policiales, pero también de una serie de cartas, 60 en total, que ha cruzado con él desde la cárcel. Esa es la otra dimensión de este libro, la relación del escritor con el asesino. Leemos sus pensamientos, sus reflexiones sobre él y sus desvelos también. Esto es clave en el género de la novela de no ficción, donde el yo narrador guía a los lectores por la historia de forma que se crea una historia valorativa.
Es lo que han hecho, desde los años sesenta, muchos autores hispanos y anglosajones, que han elegido este género como la mejor manera de contar una serie de hechos, la mayoría de las veces trágicos. Se dice que Truman Capote fue el iniciador de la novela de no ficción con A sangre fría (1968), una reconstrucción de un salvaje asesinato de una familia entera. El escritor llegó hablar en la cárcel con los dos asesinos que fueron ajusticiados. Antes, en 1957, el escritor argentino Rodolfo Walsh publicó Operación Masacre, un relato de este tipo, donde los hechos reales, el fusilamiento de unos rebeldes peronistas, se ficcionan. Y atentos a esto que decía Manuel Chaves Nogales en el prólogo de A sangre fría, su libro de relatos sobre la Guerra Civil, que podría ser un precursor de este estilo híbrido. "Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho verídico; cada uno de los héroes tiene una existencia real y una personalidad autentica". La gallina ciega, de Max Aub, donde cuenta sus impresiones al volver del exilio o Paula, de Isabel Allende, sobre la enfermedad de su su hija podrían también incluirse en esta lista. O Anatomía de un instante de Javier Cercas, porque no todas las novelas de no ficción versan sobre sucesos y asesinatos.
Por poner ejemplos más recientes, tenemos a Emmanuel Carrère con El adversario, donde contó cómo Jean-Claude Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intentó, sin éxito, darse muerte. También sus crónicas del juicio contra los terroristas que atentaron en la discoteca Bataclán, en París. "No me comparo literariamente con esos autores -ojalá pudiera hacerlo-, pero sí comparo mi propósito con los suyos: indagar sobre el odio, sobre la brutalidad de la naturaleza humana sobre la crueldad, sobre las estructuras sociales que sostienen esa violencia inacabable", señala el autor que ha citado todos estos nombres como referencia en El odio.
Hay quien ubica aquí La llamada, el libro de Leila Guerriero sobre una víctima de la dictadura argentina. "No hay una sola línea que no sea verdad", decía la autora al recoger el Premio Zenda el pasado mes de enero. Si leemos el fallo del jurado entendemos que en la obra hay una mezcla entre el reportaje periodístico con una narración poderosa "logrando transformar un caso real de terrorismo político en un relato conmovedor, cargado de humor y reflexiones sobre las experiencias extremas de la vida y el instinto humano de supervivencia".
La novela de no ficción ha sido también comparada con el llamado Nuevo periodismo, estilo que surgió en Estados Unidos y tuvo a Tom Wolfe como gran exponente, quien definió este género como hacer un periodismo que pudiera ser leído como se lee una novela. Es decir ser riguroso en los hechos y las comprobaciones periodísticas, pero empleando técnicas narrativas que embelesaran al lector. Esto nos lleva a una de las polémicas en torno a El odio y que tiene que ver con que solo aparezca un testimonio, el de Bretón, y no el de la víctima, que ha denunciado a la editorial con el apoyo de la Fiscalía.
Esa polémica está en el capítulo final. Una entrevista presencial que mantuvo en el Centro Penitenciario de Herrera de la Mancha en Ciudad Real. Eso es lo que apareció publicado en prensa y de lo que se hicieron alarmantes y escandalosos titulares, como si en la era del amarillismo estuviéramos. En esa entrevista es donde José Bretón confiesa ser el autor de los asesinatos de sus propios hijos. "El hombre que mató a Ruth y a José quiere pedir perdón", se lee en la novela de no ficción de Luisgé Martín. Bretón ya había admitido su crimen en 2016, en el marco de un taller de justicia restaurativa.
“Cuando inicié el proyecto de este libro (…) tomé la decisión —quizá equivocada— de hablar únicamente con José Bretón. Mi propósito era tratar de comprender la mente de alguien que había sido capaz de asesinar a sus propios hijos, y para ello me resultaba distractivo cualquier otro punto de vista, especialmente el de Ruth Ortiz, a la que, en cualquier caso, no me habría atrevido a mortificar con indagaciones”, escribe en El odio. Conviene dejar claro que la novela de no ficción no es periodismo y, por tanto, no se debe a los mismos preceptos. La obra de Luisgé Martín intenta dilucidar una violencia extrema, con un trasfondo psicológico y social.
Tampoco hay que confundir este tipo de literatura con los true crime que han proliferado en las plataformas de streaming en formato de serie audiovisual y que han generado también diversas polémicas. En este caso hablamos de series basadas en hechos reales, a veces hechas desde el documental, como Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof o El caso Alcàsser; otras desde la ficción, con actores y actrices, como El caso asunta, con Candela Peña y Tristán Ulloa, o Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez, con Javier Bardem. La diferencia fundamental es que la novela de no ficción no inventa, ni adorna, ni añade cosas que puedan tergiversar la realidad que relata. Añade un dispositivo que, normalmente utiliza la novela, y la propia mirada y análisis del autor o de la autora, algo que en el relato de los sucesos aporta siempre una mirada social y política, más que escabrosa o amarillista. En esa línea se enmarca El odio que, de momento, no se publicará la próxima semana, tal y como se había previsto.

Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...