La calle es mía
Si Llongueras saliera de su tumba, celebraría la propuesta del PP madrileño de poner el nombre de Mario Vaquerizo al Centro Cultural Galileo

Ignacio Martínez de Pisón: "Las leyes del movimiento de Galileo se precipitan al abismo de la irrelevancia"
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Madrid
Hubo un tiempo en que las páginas de cultura de los periódicos empezaron a incluir noticias sobre cocineros, peluqueros y modistos famosos, equiparando así su actividad a la de Shakespeare, Mozart y Picasso. Si Llongueras saliera de su tumba, celebraría la propuesta del PP madrileño de poner el nombre de Mario Vaquerizo al Centro Cultural Galileo. Llongueras, que convirtió la peluquería en arte, es el responsable último del cambio de nombre, porque los anuncios de Vaquerizo de champús y acondicionadores son puro arte, y a su lado las observaciones astronómicas y las leyes del movimiento de Galileo se precipitan al abismo de la irrelevancia.
Habrá quien piense que este homenaje se explica por el apoyo de Vaquerizo a Isabel Díaz Ayuso, para la que grabó un vídeo casi tan artístico como los de los champús.
Qué mala es la envidia. Y qué suspicaz es la gente. Vaquerizo tendría que dar nombre no al centro cultural de la calle Galileo sino a la calle entera, ¿qué digo?, a todo el barrio, y se acabó eso de llamarlo Chamberí.
Es la nueva guerra cultural. De acuerdo, no pondré a ninguna calle el nombre de ningún general franquista pero las repartiré entre mis amiguetes porque las calles, como dejó dicho Manuel Fraga, son mías. ¿Quién será el siguiente? ¿Por qué no Nacho Cano, que no va a la zaga de Vaquerizo en su devoción ayusista? Se admiten sugerencias y, entretanto, muevo la cabeza, muevo el pie, muevo la tibia y el peroné.