"Todo lo que me importa viene de mi infancia": Javier Fesser, entre recuerdos y cine
Hoy Luis Alegre nos presenta a alguien que lleva años colándose en nuestras vidas a través del cine: el director Javier Fesser
Si hay algo que define a Fesser es su capacidad para contar historias que hacen reír, pero también que emocionan. Películas como El milagro de P. Tinto, Camino o Campeones no son solo éxitos del cine español; son pequeñas revoluciones emocionales. Y todo eso tiene un origen que, como él mismo dice, está bien enraizado. "Todo lo que me importa, lo que me inquieta, lo que amo, lo que detesto… viene de mi infancia".
"Yo quería hablar cine"
Desde los 24 años, Javier tenía una cosa clara: el cine no era una opción. “Lo devoraba, soñaba con manejar ese lenguaje. Pero claro, una historia no es solo palabras: hay que ponerle caras, voces, decorados… La cámara necesita una lente, un movimiento, y eso es lo que le da alma a una película”, relata Fesser.
Y aunque su cine es conocido por su humor particular, él lo tiene claro:
“El humor no es el objetivo, no es la meta. Nos viene bien a todos, pensemos lo que pensemos o seamos del equipo que seamos”, cuenta entre risas. “Si tengo que pensar en alguien cuando hago una película, pienso en mí. Y no creo que haya nadie más exigente conmigo que yo mismo”.
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
'Con mi trabajo puedo ayudar a aliviar injusticias': Javier Fesser en Amigos Alegres
De entre todos sus trabajos, Campeones fue probablemente el que más impacto tuvo a nivel social. Lo que empezó como una comedia sobre un equipo de baloncesto acabó removiendo conciencias y cambiando miradas. "Nos voló la cabeza". Cuenta que su aspiración era hacer una película emocionante, divertida y bien contada. Pero el éxito que vino después fue inesperado, aunque muy bien recibido.
Familia XXL, infancia intensa
Creció en una familia numerosa, con nueve hermanos. “En casa éramos legión”, bromea. “Compartí habitación con Guillermo, Jaime y Alberto. Cuatro en una misma habitación que de día era comedor. En una familia así, tus hermanos mayores son tus referentes. Aprendí cosas maravillosas de todos.”
Habla con devoción de Guillermo, al que define como alguien con una sensibilidad especial: “Siempre estudiando, hablaba varios idiomas, le encantaba entender a los demás, absorber el mundo.” Y entre bromas y recuerdos, asoma también la anécdota más surrealista de su niñez:
“Iba solo al cole, a una manzana de casa. Un día, un señor con gabardina, de película mala, literal, me pidió ayuda para encontrar una librería. Me ofreció 25 pesetas. Me tuvo dando vueltas por el barrio hasta la una de la madrugada. Quería que buscara la moneda en su bolsillo, que no existía… Yo no entendía el peligro. Solo quería volver a casa. Y ojo, en mi casa se dieron cuenta de que no estaba… ¡a la hora de la cena!”
¿Trauma? ¿Psicólogo? “Qué va. Al día siguiente, al cole como si nada.”
Una madre con la puerta abierta
Su madre es otra de esas figuras esenciales en su vida. No solo por su cariño, sino por su forma única de vivir la empatía. “Tenía por costumbre recoger a personas en situación vulnerable y llevarlas a casa. Los integraba en nuestra vida. Enriquecían todo. Hacían la vida más interesante.”
Uno de esos personajes fue José de Diega: “Venía los domingos, se duchaba, comía con nosotros. Competía con mi padre por el protagonismo. Nosotros le prestábamos atención: venía elegante, contaba cosas interesantes. Mi padre no estaba muy convencido del plan… pero era parte del show familiar.”
De su hermano Guillermo también rescata una frase que parece sacada de una película, pero era puro día a día en casa Fesser:
“Si no quieres recibir a alguien en casa, lo importante no es tenerla limpia y con muebles bonitos. Lo importante es tener las puertas abiertas.”
Y como Javier recuerda esas amistades que dejan huella, no se olvida de otra mujer clave en su historia: Felicitas, la madre de Luis Alegre, anfitrión de esta charla. “Me inspiró mucho con dos frases. Una fue viendo una foto enviada al instante por el móvil. Dijo: ‘Hijo mío, no entiendo cómo puede haber gente que no cree en Dios, y la otra fue hablando con una enfermera sobre la vida, la enfermedad y la muerte. Dijo: ‘La gente alegre vive mucho más’.”
Y eso parece ser el motor de Javier Fesser: alegría, memoria y mucho cine.