El Papa de la sorpresa
Fiel a su vocación de dar la sorpresa, Francisco ha tomado la decisión de no morirse todavía, cuando hace un mes, quien más, quien menos, andaba afilando su obituario

El papa Francisco ha reaparecido este domingo en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, dos semanas después de recibir el alta hospitalaria. EFE/EPA/GIUSEPPE LAMI / GIUSEPPE LAMI (EFE)

Madrid
Ha sido el primer Papa que nació en América, el primer Papa que habla español, el primero -que yo sepa- que dio clases de literatura y el primero también que profesó de jesuita.
Fiel a su vocación de dar la sorpresa, Francisco ha tomado la decisión de no morirse todavía, cuando hace un mes, quien más, quien menos, andaba afilando su obituario y tomando el cursillo de vaticanista exprés para apostar por este cardenal o quizá por aquel otro.
Hace solo unos días, sin embargo, recibió al rey de Inglaterra. Y ayer, que era Jueves Santo, visitó una cárcel para echar un rato con los presos.
Por obvio que parezca, a Francisco no ha podido sentarle mejor seguir con vida. Porque en un mundo enloquecido entre Trump y Putin, entre guerras de aranceles y guerras de verdad, parece que es un hombre de fe el único que a veces pone un poco de razón. Y parece que es un hombre volcado en las alturas de la divinidad el que aquí abajo reclama con más fuerza humanidad, a veces -como ayer- visitando presos. Y otras veces recordando el pecado grave de maltratar a un inmigrante que es nuestro semejante. Está bien que, entre los poderosos del mundo, haya una voz que lo recuerde.