Berto Romero explica por qué nunca se haría una operación estética

En el primer episodio de la nueva temporada de Nadie Sabe Nada, Berto Romero compartió con Andreu Buenafuente una secuencia tragicómica de excesos alimentarios que terminó en una reflexión inesperada sobre el envejecimiento y la cirugía estética.

Todo comenzó con un viaje a Sevilla en pleno mes de junio, donde el calor lo obligó a refugiarse en el hotel. "Sevilla es una de las ciudades más bonitas objetivamente que hay en el mundo… hasta las diez de la mañana", bromeó. "Luego me metí en el hotel con el aire acondicionado y volví a salir por la tarde otra vez".

A su regreso a Barcelona, la verbena de San Juan lo sorprendió con una mezcla explosiva de alcohol, palomitas dulces y saladas, y un poke bowl que, según él, fue el detonante de una indigestión monumental. "Pensé que me iba a sentar suavecito, pero me reventó. Me lo comí con asco, lo dejé a la mitad, pero me lo comí con asco", confesó.

Durante los días siguientes apenas pudo comer, sobreviviendo a base de agua. "He dormido mucho, he purgado como los perros y mi cuerpo mismo se ha regenerado", dijo entre risas. "Estoy como estaba, pero con la piel hidratada".

Fue entonces cuando, en medio de la conversación, soltó una reflexión que sorprendió por su honestidad y lucidez: "Esa es una de las razones por las que yo no me opero de cirugía estética. Porque claro, ¿a dónde voy? ¿A qué hito vuelvo?". Romero se distancia de la obsesión por recuperar una juventud idealizada: "Hay gente que se opera y dice 'quiero estar guapo como cuando era joven'. Ah, vale. ¿Y yo a dónde voy a buscar? Como quiera eso, tendría que ser otro".

La frase encierra una verdad que muchos evitan: el cuerpo cambia, y no siempre hay un "antes" al que regresar. Para Berto, la clave está en aceptar lo que hay, incluso si eso incluye noches de vómitos y días de suero.