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Periplo del Santo Grial por tierras de Huesca

Uno de los episodios más fascinantes del ciclo legendario e histórico que rodea al santo cáliz de la Última Cena, venerado hoy en la Catedral de Valencia, pasa por tierras oscenses

Leyendas y mitos del grial de Huesca

Leyendas y mitos del grial de Huesca

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Según la tradición aragonesa, el Santo Grial habría seguido un recorrido pirenaico durante siglos antes de llegar a su destino final. Tras la Última Cena, el cáliz usado por Cristo habría sido llevado por San Pedro a Roma, donde se utilizó en las primeras celebraciones eucarísticas de los papas. Durante las persecuciones del Imperio, el objeto fue custodiado por varios pontífices. El último fue el papa Sixto II, antes de ser martirizado, quien confió la reliquia a su diácono San Lorenzo, originario de Huesca. Y éste, sabiendo que iba a morir, habría enviado el cáliz a la casa de sus padres, en su tierra natal, confiándolo a un legionario con la misión de ocultarlo para preservarlo de la persecución romana (en la ermita de Loreto).

Luego es trasladado a la antigua iglesia de San Pedro el Viejo, de Huesca, que acababa de ser construida por el obispo Vicencio. Pero cuando en el siglo VIII los musulmanes invaden la península, los monjes locales emprendieron la huida hacia los Pirineos con el cáliz y otras reliquias, iniciando así su periplo por los valles del norte aragonés. Según la tradición más piadosa y los documentos conservados en los monasterios aragoneses, el recorrido del Santo Grial pudo tener parada y fonda en la cueva de Yebra de Basa (lugar de paso hacia el Sobrarbe), en San Pedro de Siresa (valle de Hecho), en Santa María de Sasabe (bajo la protección de los obispos huidos de Huesca), en la ermita de San Adrián de Sásabe (la Jacetania) y en San Juan de la Peña (símbolo de refugio espiritual y político del Reino de Aragón).

En San Juan de la Peña el Santo Grial habría permanecido desde el siglo XI al XIV protegido por los monjes y por los reyes aragoneses. Allí se forjó buena parte de la leyenda artúrica aragonesa y las gestas caballerescas. Durante el siglo XIV, ante la inseguridad en los monasterios pirenaicos y la consolidación del poder real, el cáliz fue trasladado a Zaragoza, a la capilla del palacio real de la Aljafería. Más tarde, en 1399, el rey Martín el Humano ordenó llevarlo a su residencia en Zaragoza y, tras su muerte, el cáliz pasó a manos de su sobrino Alfonso el Magnánimo quien lo trasladó en 1424 a Valencia, y desde el 18 de marzo de 1437 se conserva en su catedral, para admiración y devoción de los católicos.

Por cierto, Bolea (con su magnífica Colegiata) se encuentra en la comarca de la Hoya de Huesca, y es uno de los puntos en los que confluye el proyecto Ruta del Santo Grial (itinerario espiritual/cultural) con el Camino de Santiago, por lo que se le considera un “cruce de caminos” significativo.

 

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