Se busca museo para más de 2.000 radios antiguas
Vicente José Felip, un electricista jubilado de Burriana (Castellón), nos abre su casa para mostrarnos la mayor colección privada de radios y afines de España desde la aparición del medio hace un siglo. "La radio es la pasión de mi vida, mi sueño es abrir un museo para disfrute público y que mis radios no se pierdan cuando yo ya no esté"
Se busca museo para más de 2000 radios antiguas
Madrid
Ésta es la historia de una pasión que nació en una casa de Burriana en Castellón en una tarde cualquiera de otoño de los años sesenta. A la salida del colegio, Vicente José Felip, iba a merendar a casa de una tía que tenía una gran radio en el salón. Y desde entonces quedó fascinado por aquel aparato y la magia en forma de sonido que salía de él. Con los años, ese niño se hizo electricista y reparando a domicilio se fijaba siempre en las radios antiguas, primorosamente ubicadas en lugar preferente sobre mantelitos de ganchillo y entre fotografías familiares.
"La primera radio que tuve fue cuando tenía dieciséis años. Recuerdo que había ido a una casa a arreglar una avería y me fijé en que la radio de la señora ya no funcionaba. Entonces le propuse cambiársela por una nueva enchufable a red con AM y FM. A ella le pareció bien y desde entonces adelante", nos cuenta mientras abre las puertas de su casa a La Ventana para mostrarnos sus más de 2.000 radios y afines, aunque ni él mismo sabe con exactitud cuántas puede tener en realidad. Nos lee su último inventario impreso para darnos una pista aproximada, aunque advierte que lleva un tiempo sin actualizarlo: "Radios y altoparlantes de años veinte, 90, radios de galena de años veinte a años sesenta, 65, radios a válvulas de años treinta a años sesenta, 750, transistores 890, radios de coche 40, radiotocadiscos, mueble de salón, radios de barco, 15....". Sumen además cualquier elemento que puedan imaginar que guarde relación con la radio: micrófonos, auriculares, antenas interiores y exteriores, baterías, aparatos de medida, publicidad original de la época en revistas impresas, libros sobre radio, cursillos por correspondencia y un largo etcétera.
"El sonido de una radio de válvulas de los años 20 es como de terciopelo"
Recorrer esa colección de toda una vida es como viajar por la historia de un medio que este año cumple su centenario en España, aunque Vicente conserva algunos aparatos anteriores a aquellas primeras emisiones en nuestro país. "Tengo varias radios americanas de 1922, ¿ves? y esas patentes son de 1914 y 1917. La radio fue un invento extraordinario, lo revolucionó todo, incluso los vecinos se juntaban en una casa para escucharla, porque entonces pocas casas podían permitirse una por poder adquisitivo, unas 3.000 pesetas podía costar una radio en los años veinte del siglo pasado y eso creo yo que era mucho dinero", nos cuenta mientras señala arriba y abajo, a derecha e izquierda, abriendo puertas y mostrando repisas atestadas de receptores antiguos aprovechando cualquier espacio libre. Hace tiempo que su casa se quedó pequeña para tanta radio, así que la colección se ha expandido por la casa de su madre, la de sus suegros y un taller. Cuatro ubicaciones que recorremos en una soleada tarde de invierno mientras Vicente José Felip nos cuenta multitud de experiencias y anécdotas relacionadas con la que es la pasión de su vida, además de su familia.
A aquella primera radio que llegó a sus manos a los dieciséis años, le siguieron otra, y otra, y luego muchas más. Por intercambio, poniendo anuncios de segunda mano en los periódicos, visitando mercadillos y ferias y con el paso del tiempo, también a través de Internet. Esta singular visita guiada permite recorrer la historia de la radio en el tiempo y en el espacio. Vicente atesora modelos y marcas de todo el mundo. Vemos radios de campaña que aseguraron las comunicaciones en el frente en la Segunda Guerra Mundial, radios de mueble que amenizaron las salas de baile de los felices años 20, y con el boom de la baquelita, una resina que permitía moldear, llegó también la revolución al diseño. "Hay muchas que tienen su nombre propio, por ejemplo el Bombón, que es así de forma redondita, la de las estrellas, que se llama así porque se supone que varias estrellas la tienen en sus casas, o ésta que es española, y que se llama Pulgarcito modelo Super Dos, el nombre le viene por lo pequeña que es, ya ves qué diseño tan precioso, rosa con el fondo rojo en el altavoz", nos cuenta.
"De la radio me gusta todo, la estética y la técnica, es la comunicación más intima y auténtica"
Cada radio tiene su historia y Vicente habla de ellas como de sus hijas, las quiere por igual, no tiene favoritas. Las conoce por dentro y por fuera, las ha reparado, coleccionado y sobre todo escuchado. También gracias a ella ha contactado con personas y lugares que nunca habría imaginado. Y es que aquella fascinación infantil por la radio de su tía le hizo también enamorarse de la onda corta y acabar fundando el Club de Radioaficionados de Burriana. Guarda con esmero y muestra con orgullo centenares de tarjetas QSL recibidas por correo postal desde los cinco continentes que acreditan miles de horas de recepción y conexión. "Aquí la estacion Romeo Charlie Bravo 5-2. Se suelta la pastilla, y esperabas contestación, y si la recibías, empezabas a hablar. Te aprendes unas cuantas expresiones en inglés y con eso te manejas si tu interlocutor no hablaba español", nos explica mientras reproduce una de tantas conversaciones por onda corta. "Sabías que estabas comunicando a seis mil kilómetros de antena a antena, puro, puro, de voz con voz sin nada por el medio". También así un joven Vicente sintonizó las emisiones clandestinas de La Pirenaica en los últimos años del franquismo. "Estaba prohibido escucharla, así que había que hacerlo bajito porque la guardia civil también escuchaba".
"A través de un transistor de extranjis me enteré del golpe de estado del 23 F"
Seguimos recorrido y la colección de Vicente empieza a cambiar de escala con la llegada del transistor que redujo el tamaño de los receptores al tiempo que amplió las formas de escuchar la radio con los nuevos modelos portátiles. La radio, siempre la radio, también acompañó a Vicente en la llamada noche de los transistores, el 23 F. "Aquello me pilló haciendo el servicio militar en Madrid, en una base de helicópteros. Ya desde la mañana nos habían acuartelado, no dejaban oir la radio y no sabíamos qué pasaba. Como media hora antes del golpe llamaron a generala para que formáramos todos. Poco después, un compañero logró meter un transistor de extranjis y entonces fue cuando nos enteramos de que estaba habiendo un golpe de estado. Nos quedamos a cuadros. Fue la noche más cruda de mi vida y el acontecimiento más importante que pude conocer en directo a través de la radio", recuerda.
Ahora, ya jubilado, la radio sigue acompañando a Vicente cada día. También se ha aficionado al podcast, aunque la sensación del directo, nos dice, es irremplazable para él. "De la radio me gusta todo, su estética y su técnica, y por supuesto la magia que desprende, sobre todo el directo. La radio es intimidad, proximidad, imaginación. Estoy convencido de que la radio jamás desaparecerá porque es lo más puro y lo más auténtico. Puede que se adapte, que cambie algunas cosas pero morir, jamás".
"Pido ayuda para abrir un museo y que no desaparezca la colección"
Nos despedimos de Vicente con una petición a quien pudierainteresar: "Busco un museo, un lugar donde poder exponer al público todas estas radios para que no se pierdan ni desaparezcan cuando yo ya no esté". Vicente nos cuenta que lleva años en conversaciones con políticos, instituciones y algunos privados, pero que el asunto no cuaja y le dan largas. Confía en que este año, el del centenario, le traiga buenas noticias y pueda cumplir este sueño. Un museo donde sus radios vuelvan a hacer su magia. Porque no me digan que, en estos tiempos de obsolescencia programada, no tiene algo de mágico encencer una de estas radios centenarias y que tras calentar unos segundos, como nos muestra Vicente, se oiga un chisporroteo característico y un aparato fabricado hace un siglo siga conectándonos con la vida.
(Un reportaje de Mar Ruiz, con la realización técnica de María Jesús Rodríguez y el Departamento de Documentación de la Cadena SER, dirigido por Ana Martínez Concejo y con el trabajo de Vidal Mateo Antunes)