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Lunes, 11 de Diciembre de 2023

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SER Historia: 'Espartaco: un revolucionario en tiempos difíciles para Roma'

Cuando vivimos momentos revolucionarios en todo el mundo, si echamos la vista hacia atrás, podremos encontrar un referente en Espartaco: un esclavo tracio bajo cuya influencia Roma comenzó un glorioso declive

SER Historia: 'Espartaco: un revolucionario en tiempos difíciles para Roma'

Espartaco es un nombre propio. Pero si de alguien se dice que es un "espartaco", todos entenderán que esa persona es valiente, audaz, justa y libre. Así fue Espartaco, el gladiador rebelde contra Roma

Espartaco nació en Tracia (al suroeste de Bulgaria) a finales del siglo II a. C. En su juventud fue mercenario y luchó a favor o en contra de Roma, dependiendo de quién pagara más. Después, su tribu le alistó como auxiliar en el ejército romano. Pero las tropelías de los romanos para con su gente le empujaron a desertar, a echarse al monte para convertirse en un bandido, en un bandolero. Los romanos pudieron echarle mano y lo convirtieron en esclavo. Se lo llevaron a Roma y terminó en la ciudad de Capua, cerca de Pompeya, en un Ludus o escuela de gladiadores. Pero Espartaco había vivido demasiado tiempo en libertad como para soportar la vida de privaciones y la promesa de una muerte segura como gladiador. Junto con setenta compañeros, muchos de ellos tracios como él, y junto a una misteriosa mujer tracia que le acompañaba -quizá una pariente, quizá su esposa-, Espartaco rompió sus cadenas y corrió hacia la libertad en la primavera del año 73 a. C. Sus primeras victorias contra los guardias del Ludus y la milicia de Capua, y sus primeros saqueos en los que repartía equitativamente el botín, le convirtieron en un líder a quien seguir. Decenas, luego centenares, finalmente miles de hombres y mujeres (esclavos y libres, campesinos pobres, pastores y vaqueros) se le unieron.

Los romanos, horrorizados de que una huída de gladiadores su hubiera convertido en una rebelión, enviaron a 3000 soldados al mando de un pretor. Fueron derrotados y el campamento del pretor saqueado. Ante esta humillación, Roma envió a otros dos pretores con unos 7000 hombres. También fueron derrotados e, incluso, uno de los pretores murió en batalla. Tras estas dos batallas, Espartaco y sus hombres, quizá ya unos 30.000, marcharon hacia el Sur, a los actuales Abruzzos, a pasar el invierno de aquel año. En el año 72 a. C., los rebeldes comenzaron una larga marcha hacia el norte, bien con la intención de saquear Italia, bien para rebelar a más campesinos contra la odiosa Roma, bien para huir hacia las Galias o Tracia por el norte de Italia. Pero Roma ya no mandó más pretores contra ellos. Esta vez se hicieron cargo de cuatro legiones romanas los dos cónsules. Pero, otra vez, Espartaco les derrotó, aunque a un alto precio en vidas. En Módena, el procónsul de la Galia Cisalpina también fue derrotado junto con sus dos legiones. Pero, inexplicablemente, Espartaco abandonó su plan de huir de Italia por el norte y volvió al Sur, a su base en los Abruzzos.

Comenzó el año 71 a. C. con el nombramiento de un mando único contra Espartaco: Marco Licinio Craso. Este, al frente de casi ocho legiones (unos 40.000 soldados), marchó al sur a enfrentarse a Espartaco. Los rebeldes, que eran ya más de cien mil, sufrieron dos derrotas parciales al sur de Nápoles y decidieron volver al sur, a la punta de la bota italiana, quizá para escapar por barco hacia Sicilia. Pero la flota pirata que había de llevarles les traicionó. Atrapados entre el mar y el ejército de Craso, aún intentaron navegar en balsas hasta la cercana isla, pero sufrieron grandes pérdidas en la travesía. Solo les quedaba cargar contra las trincheras y muros de Craso e intentar huir hacia la ansiada libertad. Pero Craso por el sur y Pompeyo, recién llegado de Hispania, por el norte, los coparon en la zona del río Silaro, cerca de Salerno. Allí fueron masacrados por Craso. Más de 70.000 hombres y mujeres perecieron. El propio Espartaco pagó cara su vida intentando llegar hasta Craso hasta que fue despedazado por los romanos. Los supervivientes sufrieron distintos destinos. Unos 20.000 escaparon con vida. Algunos fueron crucificados (pero no en la vía Apia), otros fueron cazados en los montes por Craso o por Pompeyo, y unos cuantos sobrevivieron, al menos hasta el año 60 a. C., escondidos en los montes de los Abruzzos, donde vivían como salteadores de caminos.

La rebelión de Espartaco había tocado a su fin, pero eso solo fue el principio de un mito, el del buen ladrón, el del luchador por la libertad. Ese mito sobrevivió como un rumor en las bocas de los esclavos y los pobres. El poeta Horacio, hijo de esclavo, alude a Espartaco con simpatía. Otros como él también lo hicieron. Los historiadores romanos, todos ellos contrarios a la rebelión, coincidieron en señalar a Espartaco como hombre justo y valiente. Y ese mito susurrado fue elevado a la categoría de leyenda cuando, siglos después de la rebelión, historiadores y escritores aludían a Espartaco con respeto y con honor. Espartaco se rebeló contra un sistema económico opresor y liberticida. Su rebelión contra el mal terminó en derrota, pero sirvió para inspirar a poetas, pintores, escultores, músicos, literatos y políticos hasta el día de hoy.

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