Renovarse o morir

Fue Alfonso Guerra el que pronunció aquella famosa frase de "el que se mueve no sale en la foto". Pero yo creo que hoy se impone tunearla y dejarla en algo así como "el que no se mueva, ese sí que puede quedarse fuera de la foto". Porque algo se está moviendo en este país y debería desembocar -¡ojalá!- en una nueva moral que rija la vida pública.

Hoy tenemos algunos ejemplos para apoyar esta reflexión; el primero y más notable, sin duda, la imputación ya confirmada de la infanta Cristina por los tejemanejes de su marido, Iñaki Urdangarín. Habrá recurso, como es lógico, pero que un juez concluya que Cristina de Borbón pudo cometer delito fiscal y de blanqueo de capitales... a ver, ¿qué más hace falta para que la propia afectada de un paso atrás, o que la Casa Real le sugiera, le exija que renuncie a sus títulos y a sus derechos dinásticos? ¿No estábamos en que había que dar ejemplo y preservar la dignidad de la institución? Pues ya tardamos.

Claro que bastante ha tardado, por ejemplo, Magdalena Álvarez en renunciar como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones. Hoy lo ha hecho y esta mañana se ha explicado aquí en la SER, en 'Hoy por hoy', pero en un tono de ofendida, de maltratada, de víctima, que sinceramente yo no entiendo. Es una opinión personal, pero no me entra en la cabeza. ¿Qué el gobierno puede haber maniobrado para aprovechar la coyuntura y colocar a alguien afín? Sí. ¿Que además el PP no tiene ninguna autoridad moral en esto de exigir renuncias a personas imputadas? Seguro, segurísimo. Pero eso no la eximía a ella de dar este paso.

Y el tercer ejemplo es el eurodiputado de Izquierda Unida, Willy Meyer, que ha renunciado a su escaño tras saberse que durante cinco años engordó un plan de pensiones del Parlamento Europeo gestionado en Luxemburgo por una SICAV, una de esas sociedades instrumentales creadas para eludir obligaciones fiscales.

Bueno, Meyer ha tardado apenas horas en dimitir, desde que ayer 'Infolibre' difundiera la noticia, y eso le honra, pero la reflexión general, eso que decía de moverse para no quedar fuera de la foto tiene que ver con algo muy claro: con que los niveles de exigencia por parte de la ciudadanía están cambiando.

Necesitamos refundar el ADN de nuestra vida pública al menos sobre tres ejes: vocación real de servicio frente a esa conciencia tan extendida de que los cargos parece que sean casi de propiedad; responsabilidad política como algo previo a la responsabilidad judicial; y decencia como principio general, más allá de la presunción de inocencia que se da por descontada.

Y eso debería valer para todos: desde un miembro -o miembra- de la familia real hasta el último concejal de pueblo. Insisto en que es una opinión muy personal, pero o subimos el listón y hacemos limpia, o nos vamos a seguir hundiendo en el barro.