La aventura de Qumrán

Madrid

Todos hemos oído hablar de la historia del cabrero que, buscando al animal perdido en las montañas de Qumran, tuvo la fortuna de que una de las piedras que lanzaba a una cueva cercana con el fin de saber si dentro se había escondido el animal, se topo con tan sensacional descubrimiento.

Hasta este punto, no sabemos qué parte es verdad o cuál ficción. Por desgracia no conocemos el nombre del beduino que realizó el hallazgo. Pero de lo que no tenemos que tener ninguna duda es de la labor y presencia casi milagrosa de la figura de Khalil Iskander Shahin, más conocido en Belén por el apodo de Kado (en la fotografía con el gorro dervis). Hasta allí fue el beduino para vender la leche de sus animales y, de paso, llevar algunos rollos por si podía sacar algo con ellos. Su comprado habitual era Kado quien también regentaba una zapatería. El beduino pensó que quizás podría utilizar los rollos como material para su negocio. Kado no mostró mucho interés en los documentos pero sintió la suficiente curiosidad como para llevarlos a Jerusalén. Allí descubrió su verdadero valor en el convento sirio de San Carcos (Kado era cristiano).

Comienza la historia de los textos

Acompañado por su cómplice en la aventura, George Isaiah (junto a él en la fotografía), los dos visitaron la cueva de Qumran guiados por el beduino, sacando de allí gran parte del material.

Una vez valorada la extraordinaria importancia del hallazgo, el Metropolitan Museum de Nueva York organiza una pequeña expedición hasta la cueva para recuperar y comenzar la investigación del material.

La excavación de las cuevas duró una década, hasta 1946. La traducción de los textos, mucho más. Rodeados de polémica conspiranoica, en la mayor parte de las ocasiones sin sentido, los textos aparecidos en las cuevas de Qumrán, siguen sorprendiendo a quien se acerca a descubrirlos.