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SOFÁ SONORO | DOCUMENTALES DE MÚSICA

Amy Winehouse… al margen del tabloide

Se ha hablado mucho de Amy Winehouse durante estos últimos meses. Por dos motivos, uno el cuarto aniversario de su muerte, y más aún, por ‘Amy’, el documental dirigido por Asif Kapadia. Analizamos lo que muestra y esconde el documental de la cantante

Amy durante la presentación de su primer disco en una tienda de Londres en 2004 / GETTY

Barcelona

La cinta de Asif Kapadia ha sido bien recibida, pues es un buen trabajo de investigación. Pero para quienes contemplan por encima de su vida azarosa y desorganizada sus virtudes musicales, el plan se queda cojo. Estaría bien que alguien diese en el clavo y profundizase en la cuestión, incluso aprovechando las pistas que nos deja ‘Amy’. Con los restos de este documental y con las cosas que solamente apunta se puede confeccionar otra historia alternativa, la causa de ese torbellino que arrolla a la cantante inglesa.

Al margen del entorno, padres, novios, amigos, adicciones, la bulimia y el constante asedio de la prensa amarillista, había una estrella que brillaba por su capacidad para ingeniar, urdir, con un estilo único, un puente entre el pop, el jazz y el soul. La primera prueba que afirma que canta extraordinariamente bien es el cumpleaños feliz que le dedica a una compañera al principio del documental, ella por encima de todo gozaba de un talento natural que habitaba en su cuerpo, en su mente, tenía facultades. No en vano, es curioso que entre sus influencias, ella cite primero a Dinah Washington y a Sarah Vaughn, que a otras dos que pueden ser más obvias, Ella Fitzgerald y Billie Holiday. En el cofre ‘At The BBC’ interpreta una versión esplendorosa de ‘Lullaby of Birdland’, ratificando que la comparación con Ella no era tan descabellada, con Billie Holiday, aparte de los paralelismos vitales, existe otra conexión; ambas cantaban con el corazón, desde las entrañas. En este curso en el que varios cantantes la han homenajeado por el centenario de su nacimiento, caso de Cassandra Wilson y José James, de estar viva, nadie como ella para sacarle las tripas a esas piezas. En efecto, como Lauryn Hill en el lodazal con el sabio legado de Nina Simone. Otra consideración, a Amy Winehouse se la asocia siempre al soul, de hecho se le responsabiliza (con buena cara y mejor intención) de ser quien dio alas al género. En cambio, en ‘Amy’ el término sale a la palestra solamente en una ocasión, una sorpresa mayúscula, mientras que el jazz si es una constante. “Hay mucho talento, igual que lo había en mi época. En estos momentos hay más competencia, se dan más codazos entre ellas, hay más espacio pero más acotado, todo es más superficial y juega un papel muy importante el marketing. Demasiado importante en mi humilde entender. En los setenta todo era más real, más tangible. Te buscabas la vida, pero si entrabas donde debías, tenías una buena oportunidad plantada ante tus narices. Pero las que son realmente buenas, al final siempre son las que destacan. Fíjate en Amy Winehouse, esa chica vale mucho, su único problema es que debe pensar en cuidarse, tener cuidado de que no le devore el entorno, que no se autodestruya poco a poco”. Quien valoraba esto, preguntada por las diferencias entre las mujeres de los setenta y las de ahora es Patti Smith, justo un año antes de que ese juguete roto pusiese un punto y final a su partida (quizás de billar, un hobby suyo que nos descubre el documental). Sin ir más lejos, el día que falleció Amy Winehouse, la madrina del punk escribió una canción dedicada a ella, ‘This is the girl’. “Cuando ella murió yo actuaba en Madrid, le dediqué ‘Pissing in the river’, noté que la gente estaba emocionada. Esa misma noche escribí en el hotel la letra de esta canción. Me sentí muy triste por dos razones, una era por la vía maternal, pensaba en mis hijos, la otra era por la perdida de una gran talento. Fue una pena”. A falta de que algún día grabara su tercer disco (tuvo un brote de inspiración que compartió con los más cercanos que no culminó en canciones más concretas, con su sello nervioso y amenazando con rescindir contrato porque no tenían material nuevo), y conocida su faceta como letrista, con sus experiencias siempre como material inflamable, tras su muerte se publicó ‘Amy Winehouse Lioness: Hidden Treasures’. En esa selección estaba ‘Body and Soul’ junto a Tony Bennett.

Winehouse durante un concierto en noviembre de 2006 / GETTY

Precisamente, uno de los momentos más mágicos del documental es la grabación junto a su ídolo, los nervios iniciales, su inseguridad, el amago de esfumarse (escena que invitaría a repasar anécdotas de la grabación de ‘Lady In Satin’ de Billie Holiday), y finalmente, la soberbia culminación con un dueto que te deja sin palabras. Cariño, respeto, mucho arte. Con esa misma vara de medir también estaría Mark Ronson, el productor de ‘Back To Black’, si bien la cinta no entra de lleno en ese sentido (curiosamente se pone más énfasis en su debut ‘Frank’), faltan detalles sobre cómo se gestó la música, las sensaciones al grabar, la química entre ambos, poner en perspectiva la calidad de las composiciones dejando a un lado el simbolismo de lo que cuenta (en este aspecto perfectamente explicado en el corte que ocupa a ‘Back to black’, y obviamente en la dolorosa ‘Rehab’). O a su vez, algún testimonio de Dap-Kings, base de su sonido. Sharon Jones, con quien compartió a la banda, y una de las beneficiadas del nuevo revuelo soulero, no da puntadas con hilo al hablar de la situación. “La música soul es para todo el mundo, no es patrimonio de la comunidad negra, lo importante al final es el corazón y al alma de ese sonido, que este llegue a todo el que ame la música, sea cuál sea su procedencia. ¿Por qué no todo el mundo puede disfrutar de Otis Redding y James Brown? O Amy Winehouse, que no era negra, ¿por qué no podía cantar soul como lo hacía con ese sello característico de la Motown en los sesenta aunque al final grabase para una multinacional? A mi no me importa si alguien canta pop o soul, pero fíjate en Amy o en cualquiera con un talento parecido, lo que realmente me importa es cuando ellos abren la boca y cantan, eso es lo que me captura, la calidad y potencia de una voz. Ella hubiese podido hacer lo que hubiese querido, ya fueses pop, reggae o jazz. Y por otro lado, los Dap-Kings representan esa cara, la de los músicos reales que se mantienen ajenos a un entorno que crean que pueda ser nocivo para ellos, y por esa razón, colaboran con todo el que venga con el corazón en la mano, con humildad y con una buena idea debajo del brazo, entonces serán bien recibidos”.

Otra de las ausencias de la cinta es la ciudad Londres, de la que no se habla lo suficiente, ni del significado del barrio de Candem, ni de la escena musical de la ciudad, tan sólo hay citas al Trash Club como escenario y a The Libertines como ejemplo. Sin embargo, Amy’ nos regala dos momentos memorables, la sentida interpretación durante la gala de los premios Mercury Prize de ‘Love is a losing game’ (ella ganaba en las distancias cortas, en festivales se ahogaba), y sobre todo, el previo a recibir el Grammy a mejor álbum por ‘Back to Black’, su cara antes de recibir la noticia lo dice todo, como esa niña que espera a abrir el regalo que espera con tanta ilusión. No hubiese estado de más alguna mención a Jools Holland, suerte que en ‘Amy at the BBC’ si hay un DVD en el que el popular músico y presentador la recuerda con su particular estilo, con la elegancia que le caracteriza. No sería de recibo culpar al director por darnos otra visión de Amy y los acontecimientos que la rodearon, su objetivo era otro. “La idea inicial fue que las canciones serían el eje. Todo lo que tenemos que hacer es desentrañar lo que estas letras nos cuentan. Y eso para mi se convirtió en la gran revelación, su escritura”. Ahora tocaría que él mismo u otro director con un foco distinto, la exponga como músico sin escarbar en los asuntos más sórdidos de su vida. Sería un complemento a su historia.

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