Cosas no razonables en niveles razonables

Madrid

Hace la friolera de 12 años, Rajoy, que para entonces había dirigido cuatro campañas del PP, exponía ante un grupo de periodistas su decálogo electoral, y ya entonces, con esa sorna gallega de las distancias cortas, decía que no estaba muy a favor de los mítines, porque en ellos tienes que decir un nivel razonable de cosas no razonables, ya que el 99% de los que escuchan estarán de acuerdo con lo que digas.

Esto no quiere decir que haya que descuidar estos actos, añadía, porque las campañas pueden ser decisivas si las cosas vienen igualadas de antes. Un gran acto electoral abarrotado de público puede ser símbolo de un estado de ánimo.

Albert Rivera ha perseguido en Vistalegre esa culminación. Ese pabellón inundado de naranja puede ser como una conjura para luchar por la victoria y transmitir energía e ilusión, explica la SER. Pablo Iglesias, ha elegido la madrileña Caja Mágica, en su caso, para conjurar la remontada que le auguran las encuestas.

Valencia, donde el PSOE llenaba plazas de toros, puede servir para que Pedro Sánchez recobre el resuello entre el calor de la gente. El contacto directo, admite, es más poderoso que el plató de la tele. Sánchez se hizo con las riendas del PSOE recorriendo agrupación tras agrupación. Es una vuelta a las esencias. Rajoy, el que más de vuelta está en estas lides, intenta, de acto en acto, seguir diciendo cosas no razonables en un nivel razonable.