El thriller de Netflix sobre atentado de Breivik decepciona en Venecia

Venecia

Una de las expectaciones de esta edición del Festival de Venecia era el poderío de Netflix, que traía cintas dirigidas por grandes nombres del cine. Ese poderío no era tanto, como hemos ido descubriendo a medida que han pasado por sección oficial. Salvo la magnífica Roma de Cuarón, gran favorita para el León de Oro si se atreve el jurado, el resto han sido propuestas menores para la competición de un festival de clase A. Es el caso de 22 de Julio, el thriller de Paul Greengrass sobre el atentado en Oslo cometido por Anders Breivik.

“Desde hace dos años que quería hacer una película sobre la crisis de inmigrantes en Lampedusa, pero al final decidí focalizar todo en lo que ocurrió en Noruega. Fue un momento de revelación de todo lo que estaba sucediendo en Europa", explica Greengrass en la rueda de prensa de Venecia, acompañado con algunos de los protagonistas.

El director de La saga Bourne, es expero en usar el thriller para contar sucesos reales. Lo hizo en United 93, sobre los atentados del 11 de septiembre, o la nominada al Oscar, Captain Phillips, sobre el secuestro en el océano Índico de un carguero por parte de los piratas. En esta nueva película, Greengrass vuelve a mostrar lo bien que sabe rodar las escenas de atentados, tiroteos y persecuciones, con un realismo y una austeridad que le alejan de la acción mainstream.

El problema es su segunda parte. Una vez ha culminado el atentado y empiezan las consecuencias. Es entonces cuando 22 de julio se acerca al telefime, relatando sin éxito la recuperación de una de las víctimas y la preparación del juicio entre Breivik y su abogado. Greengrass no analiza ni las causas del atentado, ni las consecuencias sociopolíticas del mismo. "No es una película sobre el atentado, sino sobre lo que ocurrió en Noruega". Es donde no consigue llegar a explicar nada. Más bien, mostrar la dureza de superar un suceso de este calibre, no solo en el caso de las víctimas; sino también la dificultad de recomponerse como país.

"La crisis económica, inseguridad, condiciones laborales, el miedo de la población, el odio. Todos esos hechos, causas de la globalización, han llevado a la política hacía la derecha", aseguraba Greengrass que visitó y consultó con las familias y supervivientes a la hora de elegir la puesta en escena y de configurar el guion. Rodado en inglés, pero con actores noruegos, la cinta pierde realismo y fuerza y acaba derivando en una historia de superación, más que en un thriller sobre una de las mayores tragedias vividas en Europa. "Lo que ocurrió en Noruega me impresionó mucho, por los actos y porque ocurría en un país con una democracia muy consolidada", decía el director.

El actor noruego, Anders Danielsen Lie, interpreta al terrorista de extrema derecha que asesinó a 77 personas en el adelanto. El 22 de julio del 2011, Breivik detonó un coche bomba en Oslo y llevó a cabo un tiroteo masivo en un campamento para adolescentes en la isla de Utoya. "Es muy peligroso convertir el terrorismo de extrema derecha como un tabú. Creo que tenemos que hablar de esto, no podemos caer en las narrativas terroristas, tenemos que decir que su mensaje es erróneo", decía el intérprete noruego. "En Noruega necesitamos hacernos una pregunta difícil, ¿qué pasó para que esto ocurriera?", añadía. "Solo así podremos entender por qué paso todo".

Volviendo a Netflix, explicaba el director que la elección ha sido suya: "Esta película la he hecho con Netflix con la intención de que la vea la gente joven. Mis películas tratan de hechos reales, pero no son documentales. Creo que la audiencia es capaz de ver la diferencia entre algo que es propaganda, algo que es mentira y algo que es real", explicaba. “La propuesta del cine debe ser la de poner un espejo a la sociedad y permitir que el mundo se vea en él".

El ego de Reygadas mata su propia película

Otra de las características de este Festival de Venecia es la presencia del cine mexicano. Guillermo del Toro al frente del jurado que decidirá qué película gana el León de Oro, por el que compiten dos directores mexicanos, Cuarón, y Carlos Reygadas, que ha presentado Nuestro tiempo, una película que protagoniza junto a su mujer y sus hijos.

"Quería probar como actor", bromeaba Reygadas ante las preguntas de su decisión. Interpretar el papel protagonista y hacer que su familia haga lo mismo es una cuestión arriesgada. Ninguno tiene dotes para la interpretación y tampoco la cinta indaga en una disertación sobre la ficción y realidad. No hay metarrealidad, ni metalenguaje. Lo que hay es una magnífica manera de rodar las escenas, los paisajes de un rancho mexicano, las luchas entre toros y las escenas cotidianas de niños, adolescentes y mayores.

Lo que falta es que a esa violencia narrativa vaya asociada una historia interesante. El planteamiento de Reygadas es mostrar qué ocurre con un matrimonio con hijos cuando viven en una especie de amor libre o poliamor, mal explicado y llevado hacía los celos y el control masculino. Un acercamiento a nuevas formas de entender la pareja o la familia que no logra romper lo convencional, por más que en la rueda de prensa en Venecia dijera que todo el cine es cristiano, salvo el suyo.

"Creo que hay miedo en todas partes. Es el signo de los tiempos", respondía a la cuestión de si en la industria del cine hay miedo a las denuncias de acoso por parte de movimientos como el Me Too. "Lo que me preocupa es que de 21 películas en esta sección oficial, todas menos tres son de directores del primer mundo", respondía a la pregunta de por qué solo hay una mujer directora en sección oficial. "Hay muchas cosas injustas por el mundo, pero yo felicito al festival por priorizar el cine hecho por humanos".