María Arranz y los ángulos muertos de la gastronomía popular

Madrid

A María Arranz siempre le ha interesado la cocina, pero es incapaz de desligarla de la cultura popular y por eso lleva años reividicando alternativas al monopolio de los programas de televisión y los restaurantes de alta cocina: "Parece que si no tienes 200 euros para una cena no puedes entender de gastronomía... ¡y eso no es verdad! Todos comemos cada día en nuestra casa o en bares y restaurantes normales. Echo en falta que hablemos de la cocina como un elemento cultural".

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Además de editar la revista Fuet Magazine, está a punto de poner en marcha el ciclo Leer con la boca, comer con los ojos, una serie de charlas auspiciada por La 1 de Moyano, una caseta de libros usados y sede del colectivo ¡Hostia Un Libro!

Durante todo el mes de septiembre, cada sábado por la tarde María Arranz va a hablar de algún tema relacionado con la cocina: los fanzines gastronómicos, comer en tiempos de guerra (centrándose en la obra de Cómo cocinar un lobo, publicado por M. F. K. Fisher en 1942), la comida como símbolo en la literatura infantil (la casita y la bruja caníbal de Hansel y Gretel), los ingredientes de los conjuros...

Su conocimiento del submundo editorial gastronómico es abrumador. En España destaca proyectos como Solo, dedicado a la cultura del café, y de fuera le interesan publicaciones como la gastrofeminista Render, pero añora mucho Lucky Peach, la publicación creada, entre otros, por el chef de Momofoku, David Chang. "Hasta el momento es la mejor revista de comida que ha existido", dice.

Pero María Arranz no solo está atenta a los ángulos muertos de la gastronomía sino que, como buen culo inquieto, no deja de emprender nuevos proyectos. El último es una acción culinaria con la que, junto al colectivo Cocinar Madrid y en el marco del programa municipal Imagina Madrid, pretenden recuperar un espacio público a través de una investigación antropológica. ¿Suena complicado?

Pues en realidad es algo tan sencillo (y a la vez tan poderoso) como cocinar en una plaza del barrio de Valdezarza y pedirle a sus vecinos que acudan a la cita con un delantal y una historia: "Contaron de todo pero me quedo con Francisca, una mujer de 90 años que nos contó toda su vida: que su marido era carnicero, los comercios en los que hacía la compra, las recetas que preparaba"...

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