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La opinión de Carles Francino

El ruido del odio

Conceptos como debate, o discusión, han sido sustituidos por el de bronca

La opini´ón de Carles Francino | El ruido del odio

La opini´ón de Carles Francino | El ruido del odio

Madrid

No sabría decir exactamente desde cuándo, pero está claro que conceptos como debate, o discusión, han sido sustituidos por el de bronca. Toni Martínez, nuestro guía espiritual en “Todo por la radio”, ya alertó hace años de que la política española había entrado en modo “Sálvame”, y tiene más razón que un santo.

Lo que encontramos hoy por todas partes –y no pasa sólo en política- ya no son adversarios, sino directamente enemigos; enemigos a los que hay que derrotar, humillar, insultar un poquito tampoco está de más, y si la cosa se pone a tiro perseguir lo que hacen porque no coincide con lo que pensamos nosotros. El nosotros es plural mayestático, ¿eh?

Un ejemplo: si uno es gay, hay quien piensa: a por él. Si uno es ateo, a por él también. Si no defiende la bandera, pues es un traidor. Si utiliza palabras que no nos gustan intentamos prohibirlas, por inconvenientes. Y si se trata de chistes, a lo mejor le podemos acojonar con una buena denuncia. Y todo regado con buenas dosis de gritos y testosterona.

Pero, claro, todo eso, que tiene que ver con la intolerancia, con el fanatismo y con el odio… Todo eso no cae en saco roto. Por eso el alcalde de Gdansk, en Polonia, fue asesinado el otro día por un zumbado después de llevar años soportando las invectivas de los más ultras, incluido el gobierno de su país, por defender la llegada de refugiados; por eso en plena tormenta del Brexit mataron a una diputada laborista que reclamaba la permanencia británica en la Unión Europea; y por eso discutir de política hoy en Andalucía, por ejemplo -suerte que alguien cuela un chiste de vez en cuando- se ha convertido en algo poco agradable.

No puede ser casual que los delitos de odio aumentaran el año pasado en España más de un diez por ciento; y no puede ser casual porque los apartados que más crecieron fueron precisamente los relacionados con ideología y creencias religiosas. ¡¡¡Eso los delitos!!! Nada sabemos de los episodios, miles y miles, que a diario contaminan la convivencia. Resumiendo: que a mí no me gusta nada la pinta que tiene esto. Y como pedir peras al olmo, como sugerir que el debate público se atempere –aunque sea un poquitín- como eso está condenado al fracaso, pues yo me atrevo a proponer que cada uno, en nuestro ámbito particular, intentemos al menos que bajen los decibelios. Porque si no, de verdad, ¿eh?, si no, acabaremos sordos.

 
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