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Daniel Jiménez

Matar al padre en la ficción

Daniel Jiménez pone a fin a la vida de uno de sus referentes literarios, Ray Loriga. Su segunda novela trata sobre temas universales como "la fatuidad de la escritura y la cercanía de la muerte"

CADENA SER

Madrid

"Todos los escritores, en algún momento, tenemos que matar al padre, a uno o a cientos de ellos, todas las influencias que tenemos", sobre esta convicción se cimenta la idea de la última novela de Daniel Jiménez: Las dos muertes de Ray Loriga, publicada por la editorial Galaxia Gutenberg.

El escritor Daniel Jiménez habla sobre su última libro de autoficción

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Es un periodista y escritor. Pero, además, es de esos pocos que se han atrevido a dar muerte a uno de sus más admirados autores: Ray Loriga, el novelista que volvió a la escena literaria con el premio Alfagurara en 2017 por su obra Rendición, después de varios años en el olvido. En el libro, Jiménez no muerde la mano que le da de comer ni mucho menos, sino que emprende un camino para reflexionar sobre el mundo de la escritura, "sobre su utilidad y pertinencia", un análisis metaliterario: "es una bonita manera de hacer un homenaje a la literatura y a Ray Loriga, que me ha costado mucho esfuerzo", explica.

"Durante la confección del libro se va mezclando la propia obra de Ray con la poca que tengo yo". Es una novela de autoficción, negra y con tintes de ensayo, engendrada con el consentimiento de su personaje protagonista, Loriga, mientras coincidieron ambos escritores en la Feria del libro, donde este último firmaba su último libro. Ambos escritores acordaron quedar una semana más tarde, encuentro en el que Loriga le manifestó su aprobación para el uso de su figura como personaje central. "Me dijo que no se leería el libro hasta su publicación para evitar cualquier tipo de censura", recuerda Jiménez, sobre la posición tolerante de Ray Loriga, quien favoreció una elaboración del texto dándole "total libertad creativa, no quería que me sintiera cohibido por posibles comentarios o reacciones".

Entre sus páginas encontraremos capítulos autobiográficos en los que se plantean temas universales, entre ellos uno que ha atormentado a numerosos escritores y que ha sido plasmando a lo largo de sus carreras literarias, la muerte en su búsqueda propia, el suicidio. "Los escritores mueren dos veces" (Leonard Michaels), es la mención que abre la novela de Jiménez. El relato continúa con la aparición del cadáver de Ray en Buenos Aires, que en un principio se tilda de posible suicidio, lo que esboza "el fantasma de muchos escritores suicidas", y le sirve a Jiménez de excusa para hacer un estudio de la vida y obra de su homólogo.

La mirada existencialista de su obra parte en gran medida de sus experiencias vitales que dejan huella en esta no pura ficción. El autor reconoce encontrar durante el abordaje que hace del texto la asunción de "la fatuidad de la escritura y la cercanía de la muerte". Experiencias propias como la muerte de su hermana o el flirteo con alguna adicción, son temas que ha tratado a lo largo de sus obras: "lo vital, sentimental o laboral es inseparable y se traslada sin solución de continuidad siempre que estoy escribiendo". En cambio, Jiménez reconoce una evolución en el tono empleado en su escritura, "a diferencia de Cocaína", escrita en un época para él "bastante más difícil, adictiva y frustrante", "hay un tono más templado, más agradecido. Está hecha con un tema más irónico que cínico", sentencia.

El arte de escribir, del que el novelista se reconoce un confeso obseso al que no podría renunciar "porque todavía no sé quién soy y es una forma de autoconocimiento y de expiación también". Para Jiménez, supone una manera de sentir que sigue "vivo y no simplemente sobreviviendo".

"Las dos muertes de Ray Loriga es un novela híbrida", no apta para ser encasillada en el mismo género, con intención de romper los moldes: "no quería ceñirme a los clichés de la novela negra, ni a una autoficción al uso recargante. Pretendía jugar con el análisis de la literatura propia de Ray", cuenta su creador. Otro aliciente del libro es su riqueza bibliográfica en la que Daniel Jiménez deja una sustancial colección con citas y anécdotas de otros escritores que, como bien resaltó Macarena Berlín durante la entrevista, ponen el acento también sobre "ese punto periodístico".

Jiménez, cofundador del movimiento Plagiarista: "El plagiarismo y el humor son cosas muy serias", -una corriente que "juega a reivindicar el valor de la copia, de los textos y de sus transformaciones, junto con ese sentido de agradecimiento"-, nos adelanta que en su nuevo proyecto busca alejarse del género híbrido que reina en el díptico formado por sus libros anteriores, para embarcarse a escribir por completo ficción: "quiero contar cosas que no hayan pasado", avanza.

Parece que Daniel Jimenez no seguirá los pasos de su progenitor literario y no caminará por el pasillo para recoger el premio Alfaguara el próximo mes,-al que ha decidido no presentarse-, sin embargo deja a su público una novela digna de su candidatura, aunque él considere que en su obra todavía "no existe una novela que esté a la altura". Dejemos, pues, que sea el lector quien lo juzgue.

 
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