Salida de la UVI

Madrid

Han pasado diez años, una década, con las cuentas españolas encima de la mesa de operaciones de Bruselas. Analizando cada gasto, cada ingreso fiscal, y la tasa de crecimiento, y sacando conclusiones y aplicando austeridad. Diez años con una única medicina: recortes, recortes, recortes. Más suaves al final, durísimos al principio, hasta dejar en los huesos nuestro estado del bienestar. Y que sólo se relajó cuando Rajoy decidió tirar del BOE.

Diez años. Una década en la que el mundo ha cambiado tanto que las reglas que valían entonces no sirven ahora. Bruselas nos ha dado el alta, salimos del riesgo de déficit excesivo, pero nos dice a la vez dos cosas que parecen contradictorias: que tenemos un agujero en las cuentas de unos 7 mil millones de euros al año y que eso no puede ser. Y que tenemos una tasa de pobreza infantil y abandono escolar -del 28 por ciento una, y el 18 por ciento la otra- impropias de un país como el nuestro.

Resolver esa ecuación pasa por enfrentar, de una vez, los grandes retos de nuestra economía: cómo mejorar la educación, qué queremos ser, ¿un país solo enfocado al turismo? Cómo recuperar y reinvertir el talento que formamos y que se fue o el que se quedó y trampea empleos por debajo de su cualificación. ¿Podemos permitirnos que tener una vivienda digna siga siendo un problema para la mayoría? ¿Las pensiones son sagradas? ¿Si?, pues ¿cómo las pagamos? ¿Cómo se paga el desfase presupuestario?

Hemos salido de la UVI donde solo recetaban austeridad. Tenemos que empezar a pensar de una vez qué queremos recetarnos a nosotros mismos y asumir las consecuencias.