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El fracaso como comienzo: Las escuelas de segunda oportunidad

En 2016, varios centros formativos decidieron unirse y formar en la Asociación de Escuelas de Segunda Oportunidad

La Fundación Tomillo desde dentro

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Madrid

El 19% de los jóvenes españoles, casi uno de cada cinco, abandona los estudios antes de tiempo. Solo en Barcelona hay 17.000 jóvenes entre 16 y 25 años, que no estudian ni trabajan.

Estos datos acreditan la situación en la que se encuentran numerosos adolescentes en nuestro país. En 2016, varios centros formativos decidieron unirse y formar en la Asociación de Escuelas de Segunda Oportunidad (E2O), formada por más de 750 profesionales que actualmente forman a más de 7.500 jóvenes, en sus 39 sedes. Alumnos de entre 15 y 29 años en situación de vulnerabilidad que, por diversos motivos, han perdido el tren de la educación reglada.

Nosotros hemos conocido de primera mano cómo se trabaja en una de estas escuelas. ¿Qué te gusta hacer, qué se te da bien? Estas son algunas de las primeras preguntas que les formulan a los alumnos que llegan a las Escuelas de Segunda Oportunidad en España.

Jóvenes que por diversas circunstancias han dejado la formación educativa reglada y no encuentran su sitio como le sucedió a Oriana, de 21 años, o a Krystian de 18. Él se sentía perdido en el instituto y “no sabía que camino quería llevar”; y ella recuerda su primer día como algo “horrible” pero después se dio cuenta de que podía dedicarse al diseño: “voy a crear y le voy a enseñar a la gente lo que puedo hacer”.

En la Fundación Tomillo de Madrid, que pertenece a esta red de escuelas, encontraron lo que no sabían que se podía buscar: la vocación. Destacan el contenido práctico de las formaciones, pero en especial, el trabajo de los educadores y psicólogos que tratan algo básico para poder avanzar, la autoestima.

Según explica Jose Antonio Molina, orientador del proyecto, la falta de motivación es muy común en los alumnos que inician el programa: “vienen de una historia de fracaso que no es real. El sistema educativo tradicional no ha sabido trabajar con ellos”. Por ello le dan importancia al trabajo de recuperar la confianza para que no tengan “esa sensación de no sirvo, no puedo hacer nada”.

Este proyecto, insisten, es complementario al modelo educativo reglado que tiene en su opinión, algunos retos pendientes como “dar una respuesta diferente a cada alumno”.

También trabajan con los padres de los estudiantes “que están obligando a que sus hijos hagan un bachillerato porque es lo que más valor social tiene” pero suelen cambiar de mentalidad cuando descubren otras opciones para acceder al mercado laboral. Krystian cuenta que al principio su madre no estaba convencido con que hiciera Formación Profesional pero que al final “acabó muy contenta”.

Oriana pertenece a la escuela de Segunda Oportunidad de La Rueca Asociación y Krystian a la Asociación Norte Joven. Allí no hablan de fracaso escolar si no del fracaso como oportunidad; el psicólogo asegura que en muchas ocasiones es necesario fracasar para tomar decisiones y elegir el camino correcto: “Fracasar para nosotros es una potencialidad”.

 
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