Cómo sobrevive el "pequeño comercio vaciado"

Aránzazu Miralles tiene una librería gastronómica en Madrid. La tienda lleva abierta desde hace 46 años y, ahora, Aránzazu está planteándose echar el cierre. Siente que no puede seguir compitiendo contra las grandes cadenas y, mucho menos, contra el auge del comercio electrónico. La historia de Aránzazu es la de tantos y tantos pequeños comerciantes, que se preguntan qué pueden hacer ante gigantes como Amazon. 

"Tenemos página web, estamos en redes sociales, pero han empezado a aparecer todas estas plataformas de compra online y vemos que hay ciertas cosas con las que no podemos competir", reconoce la librera, que prefiere hablar de "pequeño comercio vaciado". 

Según el INE, desde antes de la crisis la facturación del pequeño comercio ha caído un 30%. El hueco del tendero de barrio lo está ocupando los supermercados de las grandes marcas. Han cerrado 6.700 tiendas de alimentación, 6.000 de artículos culturales, 5.400 de artículos del hogar o 3.200 de ropa. En total, en conjunto, se perdieron 37.000 empleos. 

Mientras tanto, en 2018 el comercio electrónico facturó en España casi 40.000 millones de euros. Más de la cuarta parte del negocio corresponde a viajes, transporte y trenes. Un 7% a ropa y, por debajo del 4%, juegos de azar, entradas de espectáculos y suscripciones de televisión. 

Pedro Campo, presidente de la Confederación Española de Comercio, sostiene que en esta pelea de David contra Goliat, David tiene todavía posibilidades. "Nosotros venimos denunciando la desigualdad que hay a la hora de competir en cuanto a precios porque esos portales (de comercio electrónico) tienen el domicilio fiscal en en países en los que tributan un 2 o 3%", afirma Campo.

"Queremos acompañar al pequeño comercio en todo este proceso de adaptación al mundo cambiante en el que vivimos, a los cambios de hábitos de los consumidores, que han llegado para quedarse", dice Marta Nieto, directora general de Comercio y Consumo de la Comunidad de Madrid. 

Uno de los factores clave a la hora de entender por qué los pequeños comerciantes se encuentran asfixiados es el precio de los alquileres de los locales. Denuncian que son inasumibles y que se ven obligados a trasladar sus negocios a zonas menos atractivas, porque las más céntricas, las más transitadas, están tomadas por quienes pueden pagar esos precios: las grandes franquicias.

Esto ocurre en las principales ciudades de España. La calle más cara del país para alquilar un local está en Barcelona: Puerta del Ángel, donde el metro está a 275 euros el metro cuadrado. En el Paseo de Gracia se sitúa en 245. En Madrid, la calle más cara para alquilar un local es Preciados, con unos 260 euros el metro cuadrado, seguida de Fuencarral, Serrano y Gran Vía, todas ellas, dentro de la zona prime de la capital. En Palma de Mallorca, el precio más alto se encuentra en el Paseo del Borne (200 euros); en Bilbao, es la Gran Vía (160 euros); y en Málaga, donde están pendientes de la peatonalización de la calle Carretería, el precio más alto se encuentra en Marqués de Larios, con unos 170 euros. 

Todo esto está cambiando las ciudades, se puede ver en nuestros propios barrios, no sólo en las zonas más comerciales. Y para tener una idea clarar de cómo están cambiando las calles hemos querido preguntárselo a quienes mejores las conocen: los vecinos. "Bravo Murillo es la segunda calle más larga de Madrid y es una calle que frecuentaba el norte de Madrid para buscar zapatos, cines, tascas y tabernas, y ahora lo que hay son casas de juego, hay franquicias de comida rápida y cadenas de alimentación de grandes distribuidoras de comida", afirma Gonzalo López, portavoz de la asociación vecinal de Cuatro Caminos-Tetuán.