El legado de María Antonieta

La historia no suele tener piedad con los personajes de reputación dudosa, y menos aún si se trata de mujeres. Y pocas mujeres han sufrido esto e inspirado tantos mitos e historias como María Antonieta.

La propaganda de finales del siglo XVIII la acusaba de haber llevado a Francia a la ruina con sus caprichos extravagantes, sus intrigas palaciegas y sus conspiraciones con Austria. Por supuesto, también decían que tenía multitud de amantes, hombres y mujeres, y que su catadura moral era tan baja que hasta había tenido relaciones con su propio hijo.

Es cierto que, tras ser criada en algunos de los palacios más ostentosos de Europa y habiéndose casado con el futuro rey de Francia con solo 14 años, es de suponer que María Antonieta estaba acostumbrada a vivir rodeada de cierto grado de lujos.

Pero también es cierto que, desde su nacimiento, María Antonieta no fue más que un peón en el tablero de ajedrez que era el mapa de alianzas de la Europa del XVIII, y, en realidad, sus extravagancias fueron un problema menor en el marco del desastre financiero y la crisis monárquica que atravesaba Francia.

Cuando la revolución comenzó a avanzar a pasos agigantados, María Antonieta y su marido, Luis XVI, no estaban preparados para dejar atrás el absolutismo. Ella intentó salvar su pellejo y el de los suyos organizando la huida de la familia real, algo que acrecentó el odio contra ella entre las clases populares.

En enero de 1793, Luis XVI fue guillotinado, y su esposa lo seguiría nueve meses después, el 16 de octubre. Tras su muerte, su imagen como mujer de apetitos insaciables y ambición desmedida siguió creciendo. Pero, si nos alejamos un poco de la leyenda, quizá veremos que María Antonieta fue, básicamente, víctima de sus propias circunstancias. Por cierto, lo de “que coman pasteles” no lo dijo nunca; es parte del mito de la reina más polémica de Francia.