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Miles de cartas de amor llegan cada año a Verona

Viajamos al 'Club de Julieta', en Verona, donde reciben miles de manuscritos cada año pidiendo consejos de amor

Las cartas no han muerto

Las cartas no han muerto

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Madrid

El Kremlin ordenó hace tiempo la vuelta a las cartas para sus comunicaciones delicadas; Putin tiene buenas razones para desconfiar del correo electrónico. En "Escrito en la historia. Cartas que cambiaron el mundo", libro recién publicado por CRÍTICA, Simón Sebag Montefiore cuenta que funcionarios rusos le han dicho que todos los asuntos de importancia se manejan por carta o en volantes —sobre papel, a la vieja usanza, con la tinta tradicional o con mina, plumilla o bolígrafo— y se envían con mensajeros leales.

Carlos López-Tapia en el Museo Postal y Telegráfico junto a su directora,

Al margen de mensajes secretos o de Estado, en el formato que sean, nuestro viaje comienza en el lugar donde se halló en los setenta la carta privada más antigua enviada por el primer correo estable y organizado de la cultura occidental...

Giovanna Tamassia y Lara Verardo, 'secretarias del amor' del Club de Julieta en Verona / Isabel Bolaños

Tras casi cien años de telefonía popular y treinta de correo electrónico, recibir una carta manuscrita personal es una rareza, salvo en dos lugares muy específicos, que reciben miles de cartas al año. Seis sacas postales llegan cada semana a nombre del Papa Francisco y cerca de mil cartas cada mes a nombre de Julieta. Isabel Bolaños viaja hasta Verona mientras Carlos López-Tapia y Joan Solés, corresponsal de la SER en Roma, tratan de superar los muros del Vaticano en busca del cartero papal.

Inmenso sello en la entrada del Museo Postal y Telegráfico (Madrid) / Carlos López-Tapia

Las emociones, el amor o la búsqueda de consuelo, son los móviles más frecuentes para inclinarse sobre un papel y expresar sentimientos que hoy amarillean en cajas y cajones, o se subastan por miles de euros en salas de medio mundo.

El Museo Postal y Telegráfico español se trasladó a las afueras de Madrid hace unos años y su directora, Victoria Crespo, conectada con él a lo largo de toda su vida profesional, nos lleva por sus salas en busca del sello más antiguo del mundo. Dos perfiles de mujer, dos reinas, Victoria e Isabel II, representan un cambio histórico producido a mediados del siglo XIX. Ambas están protegidas por una vitrina y vigiladas por cámaras. El Museo, uno de los más curiosos que tiene la capital española, alterna exposiciones temporales con unos fondos permanentes que activan la memoria, tras una entrada donde un inmenso sello propone un juego de observación que tan solo algunos niños han sido capaces de resolver.

 
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