Cataluña, por favor...

Madrid

Próxima estación, Cataluña. No es que hayamos salido nunca de esos andenes, pero es que ahora, negociaciones a cara de perro para buscar apoyos al dúo Sánchez-Iglesias, los 13 votos de Esquerra se antojan, cuando menos, interesantes.

En ambos sentidos, tanto para evitarlos, que la presencia de los independentistas contamina lo indecible, como para intentar que la formación de Aragonés y Rufián juegue un presunto papel de intermediario como los más moderados de los más radicales, que ya hemos retorcido de tal modo el lenguaje que nos sirve cualquier retruécano como expresión sencilla.

La lógica negociadora manda que a los partidos independentistas se les deje para el final, pero es difícil abstraerse en el gobierno del día a día del constante alboroto que llega desde Cataluña, no solo desde las calles, problema a solucionar por Grande Marlaska, sino del mismísimo palacio de la Generalitat, con el bombero prendefuegos al frente, o desde el muy solemne Parlament, sus máximos representantes haciendo el juego del trilero con las votaciones de institución tan principal. ¿Acabaremos algún día con este despropósito?