'Los consejos de Alice': nuevas ideas para una vieja política

Madrid

El pasado lunes veíamos a los nuevos ministros prometiendo y tomando posesión de sus cargos. Todos llegan con nuevas ideas y nuevos proyectos para poner en marcha. Pero ¿qué ocurre cuando pasan los años y las ideas se van agotando? Eso es lo que le sucede al protagonista de Los Consejos de Alice. Un político, el alcalde de Lyon, un veterano socialista que, después de 30 años, vive un periodo de crisis. Se ha quedado sin ideas. La solución es contratar a una joven asesora, licenciada en Filosofía, para que le aporte un nuevo arsenal ideológico.

El protagonista de Los consejos de Alice es Fabrice Luchini, uno de los grandes del cine francés, al que hemos visto en películas como En la casa o más recientemente en El emperador de París. El director Nicolas Pariser escribió para él el personaje de ese alcalde idealista, que ama la política, pero que no quiere dejarse llevar por la rutina ni tampoco caer en el ejercicio del poder por el poder.

Frente a él vemos a la actriz Anaïs Domoustier haciendo de Alice, esa joven asesora que comienza a trabajar junto al veterano político, sin saber muy bien cuál es su función, y que se convierte en alguien prácticamente indispensable para él. Los consejos de Alice habla del pragmatismo en la política, pero también de la fidelidad hacia los principios y postulados ideológicos que llevan a alguien a dedicarse a la función pública.

El film tiene un aire a esos cuentos morales que filmó Éric Rohmer en los años 70, como El amor después del medio día, La rodilla de Claire o Mi noche con Maud. Es una película de diálogos profundos y densos en los que se dibuja cómo es la política actual, mezclada con el marketing, la relación con los medios de comunicación y el nuevo mundo de las redes sociales.

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Los consejos de Alice refleja la crisis de la socialdemocracia europea y por extensión de la democracia en sí. La película invita a reflexionar sobre cómo se deben formular nuevas teorías que conecten con la ciudadanía y cómo se debe cuestionar constantemente, desde dentro y desde fuera, la acción de cualquier gobierno. Pensamiento y acción. Idealismo y realismo. Eso es lo que intenta conjugar ese alcalde de Lyon que vemos en el largometraje. Un político que se ha quedado sin combustible ideológico y que necesita engrasar nuevamente su maquinaria intelectual.