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Censura, control y estallido social: las derivadas del coronavirus en China

Hablamos con Jorge Santirso, uno de los periodistas que ha vivido la crisis del coronavirus desde su epicentro, sobre cómo se ha evidenciado la capacidad de Pekín para controlar a sus ciudadanos y la oleada de indignación desatada por la muerte de Li Weinyang, el médico que alertó sobre el brote y que recibió la reprimenda de la policía por hacerlo

Punto de Fuga: 'El médico que alertó del Coronavirus' (15/02/2020)

Punto de Fuga: 'El médico que alertó del Coronavirus' (15/02/2020)

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“Desde el principio ha habido una sensación constante de realidad, de excepcionalidad, alimentada además por el hecho de que cada día la situación se agravaba sobre el terreno y al mismo tiempo nadie sabía qué iba a pasar después”.

Jaime Santirso es uno de los pocos periodistas que ha vivido la crisis del coronavirus desde el epicentro y nos cuenta cómo ha vivido sus primeras horas de libertad tras la cuarentena y después de haber viajado a Wuhan para cubrir el comienzo de la epidemia “con una maleta para cuatro días”. Un momento del que ya se ha cumplido un mes.

La incertidumbre que vivieron está muy relacionada también con los mensajes contradictorios que se han escuchado a lo largo de este mes tanto por parte de China como de la organización mundial de la salud, que ha ido modulando su mensaje según han ido pasando los días.

Santirso explica que “China es un país que además de ser autoritario es extremadamente sensible a cualquier tipo de injerencia en lo que su gobierno considera asuntos domésticos”, por eso la OMS ha tenido que lidiar con una situación en la que pudiera ser transparente sin ofender a China. Además, la crisis ha involucrado a muchos organismos internacionales, lo que ha derivado en que se dieran mensajes contradictorios.

Ciudadanos controlados por las tecnologías

Una de las evidencias del control al que China somete a sus ciudadanos fue el caso de un vecino de Wuhan que recibió la visita de la policía después de que una cámara de reconocimiento facial le registrara en la calle cuando realmente tenía que estar en casa haciendo cuarentena.

“China no solo es una de las potencias tecnológicas mundiales, sino que también es probablemente el país que ha llevado más lejos su aplicación social”, explica el periodista. De este modo, hay una gran aplicación tecnológica en materia de seguridad doméstica. Santirso asegura que el Gobierno chino tiene un sistema de seguimiento muy sofisticado, pero que no es perfecto. Prueba de ello es que cinco millones de personas salieron de Wuhan el desde el estallido del brote de coronavirus y las autoridades han delegado la tarea de localizarlos a todos para aislarlos a los niveles inferiores de las fuerzas de seguridad, como las comisarías locales.

Respecto a la aceptación de los ciudadanos de ese control tecnológico, Santirso dice que “el contrato social chino es muy claro en al intercambio de prosperidad por la libertad individual, y eso afecta también a una dimensión de seguridad” y existe cierta confianza para permitir que el Estado penetre hasta la información personal, lo que no sería aceptable en otros países occidentales.

La muerte del médico que alertó del coronavirus desata el descontento por la falta de libertad de expresión

Li Weinyang fue el primero en detectar el surgimiento del brote en Wuhan. El médico en seguida recibió la visita de la policía, que le acusó de difundir bulos y le obligó a retractarse. Este es otro caso que demuestra a lo que se enfrenta un ciudadano cuando le lleva la contraria a Pekín.

Su caso se ha convertido en un símbolo después de haberse infectado con el coronavirus y haber muerto. “Su muerte provocó una reacción de dolor y rabia muy fuertes en las redes sociales chinas casi sin precedentes”, recuerda el periodista. “El Gobierno chino enseguida se puso defensiva y de hecho incluso llegaron a conectarle a una máquina de respiración pese a que ya había fallecido para ganar tiempo y poder coordinar el anuncio de su muerte con algún avance positivo que pudiera amortiguar el descontento social”.

En esos días, además, el Gobierno “permitió en cierto grado una mayor libertad de expresión en las redes sociales, cuyo flujo controlan por completo, en parte motivada por la necesidad de transparencia que era necesaria para lidiar con sus características. Y esa esa manga ancha se volvió en su contra”, explica Santirso. Aunque asegura que en China no existe una sociedad civil que permita traducir ese descontento en un movimiento contestatario o de acción política.

La muerte del médico “ha revelado las carencias del contrato social chino”, aunque se trate solo de oleadas que no amenazan el Gobierno chino.

Xenofobia en Wuhan

La campaña para localizar a las personas que salieron de la ciudad “ha convertido a la gente en parias en su propio país porque no se les permite el acceso a hoteles, por ejemplo, y tampoco tienen modo de regresar a su lugar de origen”, explica el periodista. “Están atrapados”.

 
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