De Buenas a PrimerasUn mal día lo tiene cualquiera
Actualidad
Un mal día lo tiene cualquiera

Los límites de la deportación

El 4 de marzo de 1804, un grupo de presos irlandeses se escaparon de la granja-prisión de Australia en la que estaban confinados

Wilfrid Scawen Blunt (1840-1922), English poet, brought as a prisoner from Loughrea to the courthouse at Woodford, Ireland / Getty Images

Una de las cosas que se han perdido con la desaparición de los imperios europeos es la posibilidad de que te deportaran a cientos de kilómetros de tu hogar. En este sentido, pocas condenas eran más duras que la que les esperaba a los delincuentes británicos entre los siglos XVIII y XIX: los mandaban al otro lado del globo, a las colonias penales de Australia.

Hoy recordamos a unos presos que tenían como único delito haberse levantado contra la corona inglesa, y que se negaban a aceptar su derrota incluso en el otro lado del mundo.

Se trata de 233 presos irlandeses que habían sido enviados a Australia por haber participado en la rebelión irlandesa de 1798. El 4 de marzo de 1804, liderados por Philip Cunningham, se escaparon de la granja-prisión en la que estaban confinados para intentar capturar barcos en los que volver a Irlanda. O al menos esta era su intención inicial.

Después querían hacerse fuertes para proclamar en las antípodas el territorio de la “Nueva Irlanda”. Fueron perseguidos por las fuerzas coloniales hasta llegar a un sitio llamado Vinegar Hill o Monte del Vinagre, un nombre que acabó resultando bastante adecuado.

Mientras negociaba con una bandera blanca, Cunningham fue arrestado y las tropas británicas cargaron brutalmente contra los rebeldes. Los líderes, con Cunningham a la cabeza, fueron ejecutados, y los que los siguieron fueron brutalmente castigados. Ya no quedaban sitios más lejanos a los que deportarlos.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00