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Lo peor de la vieja normalidad también está en la nueva

"Vemos cómo tan buenos propósitos se fueron diluyendo poco a poco, igual que se diluían los sueldos de los ahora añorados "mileuristas"

Jorge Guerricoechevarría / Cadena SER

Madrid

Estrenamos esta semana la “nueva normalidad”, o como algunos la llaman “la nueva realidad”. Una nueva realidad con mascarillas que viene también cargada de buenos propósitos. Durante las largas semanas del confinamiento muchas voces insistían en que “ya nada sería igual”, no solo por las medidas de precaución que habría que mantener, sino también por las lecciones aprendidas.

La rápida recuperación del aire, libre de contaminación en estos meses, nos enseñaría a mantener una actitud mucho mas ecológica. Los apuros en los hospitales y el número insuficiente de personal sanitario demostrarían la necesidad de no escatimar en estos gastos y estar así bien preparados para lo que pueda venir en el futuro. Lo público se revalorizaría y recuperaría el prestigio perdido.

Recuerdo sensaciones parecidas cuando atravesábamos lo mas profundo de la crisis económica hace unos años. Se hablaba entonces no de una nueva realidad, pero si de la urgente e inevitable refundación del capitalismo. Y lo decían personas nada sospechosas como el Presidente de la República Francesa y otros personajes llenos de prestígio. Se hablaba de terminar definitivamente con esa espiral de capitalismo especulativo que no produce nada y genera riqueza sólo para unos pocos. Rescataríamos entre todos a los bancos a cambio de un cambio de rumbo radical que nos alejara definitivamente de esa economía de casino que había estado a punto de llevárselo todo por delante.

Hoy sin embargo vemos cómo tan buenos propósitos se fueron diluyendo poco a poco, igual que se diluían los sueldos de los ahora añorados “mileuristas”. Las cosas han vuelto a su cauce de toda la vida de forma que, a día de hoy, uno puede seguir empleando su capital en apostar directamente en bolsa a que todo va a ir mal en su país y ganar así una buena cantidad de dinero si se cumplen las previsiones mas pesimistas.

Luego con el capital acumulado se pueden adquirir las acciones que han quedado por los suelos y esperar con paciencia a que vuelvan a sus precios habituales. Así millones de personas empobrecidas, cubiertas con mascarillas, caminan cada día al menos a metro y medio de unos cuantos enmascarados que habrán conseguido en poco tiempo el negocio de su vida.

Por lo visto va a resultar que la “nueva normalidad” se parece bastante a la de siempre.

 
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