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'Chesil Beach' y el vertiginoso cambio en los códigos de la sexualidad

McEwan nos recuerda el largo trecho recorrido en el territorio de la intimidad y cómo hemos aprendido a conjugar amor y sexo

Un libro una hora: Chesil Beach (09/08/2020)

Un libro una hora: Chesil Beach (09/08/2020)

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Ian McEwan es un novelista británico nacido en 1948. Forma parte de un generación excepcional de escritores, con Julian Barnes, Grahm Switf o Martín Amis, entre otros. El Times lo puso en la lista de los mejores escritores británicos desde 1945. Es el autor de 'Niños en el tiempo', 'Amor perdurable', la extraordinaria 'Expiación', 'Sábado' o 'La ley del menor', entre otras.

Es un escritor sutil, atento a los alcances de las obsesiones y equívocos de los hombres, heredero de una tradición literaria inglesa de autores como Austen y Conrad –capaces de retratar en un gesto todos los pensamientos y emociones de los personajes–, McEwan cala en el silencio y hace visible lo invisible, como él mismo señala refiriéndose al proceso de escribir.

'Chesil Beach' es una novela precisa, dolorosa, inquietante, y de un lucidez extraordinaria. Nos habla de la sexualidad, de la libertad, de la juventud, de la importancia de la educación, de nuestro medio, de la represión, pero también nos habla del amor, de la indulgencia, de los errores cometidos, de la memoria.

La novela muestra el vertiginoso cambio en los códigos de la sexualidad

Como señala Mónica Lavín, esta novela, breve y veloz, arranca en el año 1962 y nos muestra, a través del comportamiento y las dudas de los personajes acerca de su desempeño sexual en su noche de bodas, el vertiginoso cambio que ha ocurrido a partir de esa década crucial en los códigos de la sexualidad, la relación con el cuerpo y la pareja.

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Florence y Edward son el reflejo de las formas de su tiempo; habitan el momento anterior a la era Beatles y Stones, a la revolución de las ideas y actitudes alrededor del amor, la familia, el cuerpo. Son presas de su circunstancia y esa carga histórica –el conservadurismo y las buenas maneras que los anteceden– labra esa noche de desencuentro.

McEwan diseca con fineza un momento crucial en la vida de los personajes, paralelo al estreno de una época. Nos recuerda que no siempre todo ha sido igual, que hemos recorrido un largo trecho en el territorio de la intimidad y que hemos aprendido a conjugar amor y sexo, o a abandonar culpas.

Mientras la pareja intenta desvanecer los pudores y prejuicios en una coreografía lenta –una dilatada descripción de los movimientos y sensaciones y pensamientos de uno y otro– las circunstancias del pasado inmediato pasan veloces, nos permiten entender de dónde vienen (una familia culta y acomodada la de ella, una vida más castigada y con una madre enferma en la campiña inglesa la de él) y por qué sus actitudes ante la revelación del amor carnal son distintas y se desacompañan.

La mirada del escritor parece indicar que la falta de sintonía en esa noche de julio del 62 no solo es producto de la escasa libertad sexual de aquel tiempo, sino de las circunstancias sociales que los distancian, como si las mismas se hicieran evidentes ante la desnudez de los cuerpos.

Un alegato contra la opresión de una sociedad que todo lo quiere controlar

Eduardo Mendoza ha dicho de 'Chesil Beach' que es una novela espléndida, emotiva, inteligente, absorbente y equilibrada. La narración de la peripecia vital de los protagonistas es minuciosa pero no prolija. Lo cotidiano y lo prosaico son descritos de un modo ameno y vivaz, sin parsimonia. Ningún elemento es superfluo; no sobra una palabra. 

Es un alegato contra la opresión de una sociedad que todo lo quiere controlar y donde los factores morales, económicos y de clase invaden el territorio de la intimidad, pero también es una reflexión sobre la incomunicación, en la cual el conflicto sexual tiene un carácter más emblemático que real, y una alegoría sobre la resistencia de la burguesía a admitir a alguien proveniente de un estrato inferior, como es el caso de Edward con respecto a Florence.

Como señala el propio autor “el poeta Philip Larkin dijo que en Gran Bretaña el sexo fue inventado en 1963, y algo de razón tenía. Hasta entonces muchas parejas jóvenes se casaban sin saber nada del asunto, y eso sin duda era un peligro para la salud de sus relaciones. En todo caso, el miedo a la primera vez no ha cambiado demasiado. Nos engañamos si pensamos que los adolescentes de hoy llegan al sexo sabiéndolo todo y relajados. Hay una distancia tremenda entre lo que aprendemos del sexo a través de las películas, las revistas, la televisión o lo que nos cuentan los amigos, y lo que realmente sucede cuando nos metemos en la cama por primera vez. Creo que muchos coincidirán conmigo en que no es tan fantástico como te quieren hacer creer antes de que lo pruebes”.

La habilidad de Ian McEwan para tratar en sus novelas, con sutileza y precisión admirables, los pasajes relacionados con los sentimientos y el sexo, es conocida. 'Chesil Beach' es una lección de estilo y sabiduría. Capaz de describir las emociones de los personajes con un gesto, hace evidente lo invisible. McEwan da pistas para que el lector indague pero no explica.

Como señala Fran Casillas, 'Chesil Beach' es una novela corta, pero la aparente sencillez de la historia apenas logra camuflar la profundidad de su conflicto. El autor desenreda un ovillo de reflexiones tan íntimas y personales que adquieren importancia universal: la pacata sociedad inglesa de los primeros 60 es solo la fachada para presentar una desdicha que no entiende de épocas ni razas.

Cada capítulo nos enfrenta a los fantasmas y miedos más arraigados en nuestras entrañas. Su relato aborda la repulsión, el rechazo, los eternos problemas de comunicación que definen la esencia humana. McEwan confecciona una soberbia introspección en nuestras debilidades y miserias. 'Chesil Beach' es una novela excelente, atrevida y ante la que no cabe indiferencia.

 
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