
La muerte de Gengis Kan, temible hasta después de muerto
Las últimas palabras del caudillo mongol fueron que sus enemigos fueran barridos de la faz de la Tierra
Cuando un caudillo guerrero muere, sus enemigos respiran aliviados. Excepto en algunos casos, cuando sus últimos deseos no son precisamente dejar atrás un mundo en paz y armonía. Entre estos últimos ejemplares tendríamos a Gengis Kan, el líder supremo de los ejércitos mongoles que habían forjado uno de los mayores imperios que ha visto la humanidad.
El 18 de agosto de 1227, a los 65 años, e inevitablemente durante una campaña militar, Gengis Kan cayó del caballo y las heridas acabaron resultando incompatibles con la vida. El reino de los Xia, el enemigo al que los mongoles estaban intentando batir, probablemente habría pensado lo de “muerto el perro, muerta la rabia”, pero nada más lejos de la realidad.
Las últimas palabras del caudillo mongol fue que estos fueron barridos de la faz de la Tierra. De hecho, como quería que su muerte quedara en secreto, ordenó que mataran a cualquiera que viese el cortejo fúnebre volviendo hacia Karakorum, la capital de los mongoles. Así que se puede decir que murió igual que vivió, sembrando la muerte a su paso. Lo que es innegable es que consiguió que su lugar de descanso eterno fuese un misterio, porque, a día de hoy, se sigue especulando con la ubicación de su tumba, engrandeciendo aun más la leyenda de uno de los conquistadores más temibles de todos los tiempos.
