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Crítica de 'Tenet': Nolan revienta el tiempo en una superproducción para rescatar las salas

El director británico estrena la esperada 'Tenet', película que supone una revitalización del blockbuster y la esperanza para que los cines despierten del letargo del COVID-19 y que juega con las líneas temporales

Fotograma de 'Tenet', película de Nolan / WARNER

Si los Lumière capturaron el tiempo, creando un arte nuevo. Tarkovski dijo que había que esculpirlo, rompiendo la comprensión del cine. Nolan lo ha reventado. Alargar, acortar el tiempo, jugar con él, romper todo artificio narrativo clásico para establecer otros nuevos. Los griegos tenían dos palabras para nombrar el tiempo: Cronos y Kairós. La primera se refiere al tiempo cronológico o secuencial, la segunda significa el tiempo, el momento indeterminado donde las cosas especiales suceden. El cine de Christopher Nolan juega con esas concepciones cuantitativas y cualitativas del tiempo al exceso. Esa fue la gran baza de Memento, película que marcó a tantos adolescentes de una generación que ahora encumbra a este director, de los pocos que tiene su marca consolidada, y la que más se parece a su nuevo filme.

Lo volvió a hacer en Origen, en la que el tiempo y los sueños se enredaban en una espiral de incomprensión y duermevela. Lo ha hecho en Interstellar, donde espacio y tiempo tienen una concepción física diferente que, dice el director, solo se une por el amor. Lo hizo hasta en Dunkerque, película bélica donde el tiempo era más importante que un soldado o una bomba.

¿Y qué pasa con Tenet? La película llamada, no solo a recuperar la taquilla mundial y la defensa de las salas de cine tras el COVID-19; sino también a terminar de romper o de fijar ese tiempo en la gran pantalla. Pues que renueva el cine de acción y el blockbuster clásico, en el mejor momento posible, cuando el cine en salas necesita espectáculo, alicientes y películas que persigan al espectador. Eso consigue Nolan. La de Tenet es una historia sencilla, una película de espías, el Bond que nunca dirigirá este británico intenso.

El protagonista -así se hace llamar en el filme- es John David Washington -hijo de Denzel Washington-, es un agente de la CIA, que va por libre y que se asocia con un extraño individuo que ha estudiado física y que encarna, con mucho carisma, Robert Pattinson. Juntos tratan de parar a un villano de los de verdad, ruso, con voz ronca, complejos, una mujer que le traiciona y al que da vida Kenneth Branagh. El villano, que podría salir de Skyfall, quiere destruir el mundo en la llamada Tercera Guerra Mundial, que no será nuclear, como se pensaba, ni vírica, como podríamos pensar dada la situación actual. La lucha final del mundo, según Nolan, será temporal.

El tiempo como única unidad de medida y de desmedida, con un sinfín de paradojas en toda la historia, algo habitual en su cine. Sobre las paradojas de Zenón, el sabio griego, hubo quién defendía que la filosofía era la manera de comprenderlas; mientras que otros decían que tras esa complejidad se encontraban las matemáticas. Si atendemos a lo último, Nolan tiene huecos que no casan en un guion enrevesado, que juega con las líneas temporales, con volver del futuro al pasado y viceversa, y con cambiar las cosas para evitar ese estallido final.

"No lo intentes entender", dice el personaje de Pattinson en un momento de la historia, que es un mensaje a todos los espectadores. Si se le buscan las costuras, se encuentran; pero Tenet va más allá, es toda ella una gran paradoja. ¿Puede nieto viajar al pasado y matar a su abuelo? Si lo hace, ¿podrá nacer en el futuro?

Pero además, Tenet es cine de acción rodado maravillosamente. La primera y la última escena hacen que la butaca se quede pequeña. Y la idea de viajar en el tiempo consigue que la batalla final sea un devenir de personajes que van para atrás y otros hacia adelante, -literalmente, ya lo verán-, que se destruyan edificios y se vuelvan a construir, de hacer y deshacer esa acción. Escenas coreografiadas, coches que vuelcan al ir al revés, que no marcha atrás, y balas que se reconstruyen, acompañados de la música de Ludwig Göransson y no de Hans Zimmer.

El amor, la pérdida, la complejidad de entender la vida, la verdad, lo falso y lo real, son los temas que Nolan ha tratado en su cine, que unen la filosofía con esa física que tanto influye en sus películas -recordemos que tanto en Interstellar, como en Tenet, le ayudó Kip Thorne, uno de los físicos más destacados sobre la Teoría de Gusano y de los Agujeros negros-, con la filosofía. Sin embargo, todas las reflexiones quedan al servicio de la acción, están detrás de lo que mueve a esos personajes, muchos de los cuales carecen de nombre en el filme. Antagonistas y protagonista se llaman entre ellos.

Solo cuando una película funde trama, personajes y estructura, la historia conecta con el público, dice la Poética de Aristóteles. Nolan lo logra. Original, excesiva, divertida... Tenet da al espectador exactamente lo que quiere y lo hace sin bajar los parámetros de calidad narrativa, de inteligencia y de aquello que debe ser un espectáculo cinematográfico, que no renuncia a esa división aristotélica de los tres actos, a pesar de su juego con el tiempo y el espacio, eso que es en esencia el cine.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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