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Un mal día lo tiene cualquiera

El cura Laurentius y su fijación por las brujas

Suecia es un país ejemplar en muchos sentidos, pero ha tenido sus capítulos oscuros. Uno lo protagonizó el cura Laurentius Christophori Hornaeus, que el 15 de octubre de 1675 llevó a juicio a supuestas brujas y brujos

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Pensamos en Suecia y es complicado no sentir algo de envidia. Un estado del bienestar de verdad, unas cifras de paro que aquí no las veremos ni el 2078 y tres veces más títulos de Eurovisión. Pero hoy quiero recordar que todos los países tienen sus esqueletos en el armario.

A partir del año 1674, hubo en Suecia varios casos de supuesta brujería. En el año 1675, la noticia de estos casos llegó al pueblo de Torsaker, unos 200 kilómetros al norte de Estocolmo. El cura luterano del pueblo era un tal Laurentius Christophori Hornaeus, que se tomó muy en serio el tema. Como el crimen más frecuente de las brujas era la abducción de niños para adorar a Satanás, Laurentius puso a dos niños a la entrada de la iglesia para que señalaran a las brujas y brujos que llevasen la marca del diablo. Los niños señalaron a una gran cantidad de mujeres, incluida la mujer del propio Hornaeus, aunque esta les dio una colleja y corrigieron su error. También seleccionaron a una docena de hombres, y el día 15 de octubre de 1675 comenzó el juicio contra todos ellos. En el juicio, los testimonios también eran los niños, que no os creáis que declaraban de propia voluntad. El cura había utilizado métodos como meterlos en hornos y amenazar con cocerlos para que hiciesen sus acusaciones. Sesenta y cinco mujeres y seis hombres fueron condenados a muerte, pese a que la corte municipal en teoría no tenía este poder. La ejecución fue inmediata, los setenta y uno fueron decapitados y quemados. Hay que tener en cuenta que sus propios familiares no sólo no lo impidieron, sino que participaron en la ejecución.

Cuando el gobierno vio lo que había pasado, se dieron instrucciones a los pueblos para que los sermones dijesen que ya no quedaban brujas en Suecia. Un último detalle terrorífico es que los niños que habían dado su testimonio fueron encontrados degollados poco después de los hechos. A Laurentius, en cambio, no le pasó nada.

 
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