Un pobre es alguien que no tiene quien le ayude
"Lo único que no ha cambiado es que ponerse malo sigue siendo de pobres"
'Un pobre es alguien que no tiene quien le ayude', por Javier Pérez Andújar
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Barcelona
De chavales, en vez de fantasmas teníamos castañas, y a los golpes gordos se les llamaba castañazos. Vender castañas en la calle era la forma que tenía la gente de arreglárselas por su cuenta. De sacarse las castañas del fuego uno mismo. Somos un país que en vez de oficios ha dado maneras de buscarse la vida. La pandemia era la pobreza, y el personal pillaba la tisis, la tuberculosis, una pulmonía doble o se moría de moquillo. Los virus eran cosas de ricos. Vivíamos en una tierra de materias primas, rica en alfareros. Todavía tenemos una comarca que se llama Tierra de Barros. Picasso, cuando se hizo viejo, empezó con la cerámica. Siempre que se mira a los orígenes se acaba comprendiendo. Como aún llevábamos el campo, los labrantíos, pegados a los zapatos, teníamos que conformarnos con enfermar con lo más barato: las lombrices intestinales, los mosquitos de las charcas... Productos básicos. Éramos más de bacterias que de virus. Nuestro científico más famoso, después de Javier Sampedro, Ramón y Cajal, y Severo Ochoa, se llamaba profesor Bacterio. Los virus eran para quien tuviera microscopio. Aún se veían las estrellas por las noches, y la gente sabía reconocer por lo menos un par de constelaciones. Mi madre, a la Osa Mayor, la llamaba el Carro. Manolo Escobar estaba en todas partes. Pero también los telescopios resultaban inalcanzables, como las estrellas a las que apuntaban. Y aún así, el telescopio era más humano que el microscopio. Nos hacía gente de mar. Ahora sólo miramos a las pantallas, pero una vez fuimos una muchedumbre que miraba hacia afuera. Me acabo de acordar de aquel visor para ver fotogramas al trasluz. Lo único que no ha cambiado es que ponerse malo sigue siendo de pobres. Un pobre es alguien que no tiene quien le ayude. Ni siquiera en el Gobierno.