Más gasolina

Madrid

Un mosaico de votos permitió ayer, en el Congreso, la aprobación de la nueva ley educativa, la llamada ley Celaá. Una ley que durará tanto como dure la actual mayoría, porque con un nuevo Gobierno o con una nueva mayoría llegará una nueva ley que volverá a revisar, por enésima vez, el sistema educativo de este país.

En 40 años, los dos principales partidos de este país, que se han ido turnando al frente del Ejecutivo, han sido incapaces de consensuar una norma que evite los vaivenes en la educación y le dé estabilidad. No sólo no hay consenso, sino que el PP ya ha anunciado una auténtica ofensiva, con recogida de firmas y con movilización de sus Gobiernos autonómicos para limitar el efecto de la norma, dicen. Más gasolina para la polarización.

La nueva Ley Celaá se aprobó en un pleno que tuvo una escena llamativa. Los diputados del PP y de Vox, otra vez en el mismo bando, gritando “libertad, libertad”. No consigo entender de qué tipo de opresión necesitan ser liberados, pero ver a la ultraderecha de este país gritando libertad en el Congreso es de no creer.

Convertir la educación en el eje de la batalla ideológica deja muy claro lo que a una parte del hemiciclo le importa la educación. Entre poco o nada, porque lo que realmente les importa, para lo que piden libertad, es para poder seguir manteniendo los privilegios de la escuela concertada, sobre la que tiene gran influencia la Iglesia católica. Por eso es por lo que pelean y no por la calidad de la enseñanza ni por sacar a este país del vergonzoso puesto que ocupa en los ránkings de fracaso escolar y de abandono prematuro, muy por encima de la media europea.

Pero sobre esto no se gritó nada ayer en el Congreso.