
Pieles ajenas
El resto del planeta se frotaba los ojos y se desconsolaba, repitiéndose que nunca se hubiera imaginado que Washington podía padecer alguna vez y en su propia piel lo que el propio Washington había alentado otras veces en pieles ajenas
A veces, por perder una batalla, encuentras una nueva forma de ganar la guerra. Esta frase la soltó hace tiempo Donald Trump, quizá sin saber entonces que una turba de sus alocados seguidores podía pensar en llevarla a cabo algún día. Y en su nombre. Hombres y mujeres que forman parte de los más de 40 millones de votantes del presidente perdedor que hasta ayer mismo seguían convencidos de que hubo fraude electoral y que eran los otros quienes seguían viviendo en una burbuja virtual alimentada por 'fake news'. Por eso este grupúsculo ha protagonizado durante más de doce horas un acto de golpismo que no se entendería sin los cuatro años de potenciación de la confrontación y de educación en el odio. Y menos aún sin el mitin de arranque ayer mismo del presidente saliente y sus palabras de apoyo implícito, incluso cuando ya ha atacado el Capitolio, les pedía que regresaran a casa en paz, que él les quería.
Nunca el tan cacareado 'I Love you' tuvo tan perversa intención. Y así fue como en defensa de este amor incondicional, un ex combatiente perdía la vida por un disparo de un policía del Congreso dentro del recinto, intentando entrar en el hemiciclo, mientras una mezcla de vikingo y Buffalo Bill enarbolaba desde su interior la bandera de todos, mancillada por la ira de unos pocos de los que, por cierto, el disfrazado se sentía portavoz en tanto que predicador de la verdad y enviado de Dios
Fuera yacían tres víctimas mortales más y una larga lista de heridos. Y mientras en las casas norteamericanas dominaba la vergüenza ajena y por primera vez se daban cuenta de la fragilidad de su democracia, incluso en su templo de referencia mundial, el resto del planeta se frotaba los ojos y se desconsolaba, repitiéndose que nunca se hubiera imaginado que Washington podía padecer alguna vez y en su propia piel lo que el propio Washington había alentado otras veces en pieles ajenas.
