
Trump contra el diablo
Han imaginado un adversario tan poderoso que consideran legítimo combatirlo con lo peor de ellos mismos. Votando a lo peor que tienen a mano.
Las palabras siempre tienen precio y su precio, si eres presidente de Estados Unidos, es carísimo. Esto significa que si tú dices que el resultado de las elecciones son un fraude y que la nación va a ser secuestrada, hay gente para la que asaltar el Capitolio no es tan grave. Normal. Hay un principio de proporcionalidad. Nuestros adversarios están secuestrando la soberanía popular, me pongo mis mejores pieles y mi mejor casco y me voy al Capitolio. La suerte que hemos tenido es que se trata de Trump, que todos los jueces hayan tumbado sus denuncias y que su extravagancia se la hayan creído un reducido pelotón de fascistas conspiranoicos, su última guardia pretoriana.
Una guardia pretoriana fiel hasta el final porque Trump, y la extrema derecha, necesita siempre algo muy valioso electoralmente para ellos: lo peor de cada uno. No queremos tus virtudes, necesitamos tu resentimiento, tu mezquindad, tu ignorancia. Si conseguimos que saques lo peor de ti, nos acabarás votando. Porque la culpa de lo que te pasa siempre será de otro. No tienes trabajo pero lo tiene un inmigrante. Pagas más impuestos porque hay que subvencionar los chiringuitos feministas. Estás jodido pero no es tu culpa; la culpa es del que está peor que tú, que no merece tanto y lo poco que tiene se lo pagas tú. Y ese discurso te lo crees.
Te lo crees porque ya estás listo para creer cualquier cosa y la contraria: que el virus es una operación política de China y que no existe, que la igualdad es un invento socialista pero nosotros no somos iguales que ellos y estamos en desventaja, que los asaltantes al Capitolio forman parte de una operación de antifas infiltrados salvo esa mujer tiroteada; esa mujer muerta justo era simpatizante de Trump.
Han imaginado un adversario tan poderoso, formado por fuerzas tan oscuras encabezadas por el diablo y Soros, que consideran legítimo combatirlo con lo peor de ellos mismos. Votando a lo peor que tienen a mano. Creyendo lo peor y más estúpido que les cuenten, y actuando en consecuencia. Y así empieza no lo malo, sino lo peor.
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