
Gloriosamente al desastre
La grandeza en España consiste en ir a por todo y quedarse sin nada. Somos un país espiritual, de gente que tiende a elevarse sobre un montón de tierra seca
Después de las elecciones siempre vienen las lecciones. A las palabras se les caen las letras como Gregory Corso iba perdiendo cabello. De las cinco vocales, la letra e es la más moderna; todo lo que toca lo convierte en digital. La transcendencia de esta letra la anticipó el más visionario de los franceses, Georges Perec, que escribió una novela entera sin la letra e. Como la vocal había desaparecido, llamó al libro La disparition (aquí lo tradujeron como El secuestro). En el apellido de Perec no hay otra vocal, comprendo muy bien lo que debió sentir porque yo soy Pérez. Tiempo antes, en España, Jardiel había escrito un cuento sin emplear la letra a, y otro sin la e. No sé si su propósito era hacer desaparecer a las cinco vocales de relato en relato. La grandeza en España consiste en ir a por todo y quedarse sin nada. Somos un país espiritual, de gente que tiende a elevarse sobre un montón de tierra seca. Quizá por eso al Quijote se lo lleva un molino de viento. El cuadro de las lanzas, de Velázquez, resume nuestra condición. La auténtica manera de elevarse es la rendición. Pero nadie sabe perder como un español. Se diría que no va a dar un paso si no está seguro de que le llevará gloriosamente al desastre. Lo vemos en la pintura del Greco. En su Pentecostés, las llamas no descienden sobre los apóstoles. Al contrario, es el fuego el que sale de sus cabezas para alcanzar el espíritu que los sobrevuela. Todo San Juan de la Cruz es esto. ¿Quién podrá sanarme? El último artista que padeció esta fiebre, esta alucinación, fue Dalí. La suya era la generación del 27, la que reivindicó a Góngora. Si contemplamos el cartel de un concierto de Grateful Dead, veremos que es lo más parecido a un poema de Góngora. Basta quitar una e para pasar de elector a lector. Así de frágiles somos.
