
José Echegaray
Fue brillante y polifacético: ingeniero, físico-matemático, dramaturgo, economista y político. Y alcanzó en todas estas actividades un gran reconocimiento social, no obstante, el tiempo ha difuminado su figura, haciéndola casi desaparecer y hoy pocos le recuerdan, a diferencia de la época que le tocó vivir donde fue uno de los intelectuales más importantes de Europa
Además, fue el primer Nobel de Literatura que ha tenido España. En una entrevista le preguntaban a D. José sobre estas actividades tan distintas de su vida y contestaba:
“Las matemáticas forman una salsa que viene bien a todos los guisos del espíritu. Las matemáticas armonizan con la música y con el arte en general. Ocasiones hubo en que el afán y la necesidad de ganar dinero me animaron a cultivar la dramática. Pero mi afición a las matemáticas fue constante, era más desinteresada, más pura, más honda, más grande, en una palabra. La política está por debajo de estas otras aficiones. Nunca encontré en ella ese placer íntimo que las matemáticas y la literatura me producían. Reconocí siempre que la política era necesaria en las sociedades modernas, porque con todas sus impurezas es elemento de progreso. Pero nada más. Fui político leal y sincero, y a veces político ardiente, pero la fiebre pasaba pronto y me quedaba tan tranquilo”.
Desde su primera comedia, “El libro talonario” (1874) hasta la última que estrenó en su vida, “A fuerza de arrastrarse”, el 7 de febrero de 1905, escribió 67 obras de teatro durante 30 años, y casi todas ellas con gran éxito de público.
En 1904 José Echegaray había recibido el Premio Nobel de Literatura, compartido con el poeta Frédèric Mistral, convirtiéndose así en el primer español que obtuvo este galardón, cuya entrega oficial se produjo en Madrid, en el Senado, el 18 de marzo de 1905 en una ceremonia presidida por el rey Alfonso XIII. Algunos periódicos publicaron que el premio estaba dotado con 135.000 pesetas, lo que era una fortuna a principios del siglo pasado y eso generó ciertas envidias y críticas. La concesión del Nobel provocó protestas entre sus compatriotas escritores y de hecho se publicó un “Manifiesto” firmado por muchos autores de la Generación del 98: Unamuno, Azorín, Pío Baroja, los hermanos Machado, Rubén Darío, Ramiro de Maeztu o Valle-Inclán que, entre otras cosas, consideraban a Echegaray representante de una España corroída por los prejuicios y la superchería y eso era precisamente contra lo que ellos iban. En su faceta de Ministro de Fomento y Ministro de Hacienda, algunas de las propuestas que defendió entonces, como la apertura económica de España al exterior, la libertad de creación de sociedades mercantiles y la concesión del monopolio de emisión de billetes al Banco de España, se revelaron acertadas. Otro Premio Nobel, como fue Ramón y Cajal, dijo de él: “incuestionablemente el cerebro más fino y exquisitamente organizado de la España del siglo XIX”.
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