
¿Pero existió Bárcenas?
Aznar el primero, Rajoy el segundo, han venido a decir poco menos que quién era aquel señor que cantó que había una caja B, que ellos, aposentados en sus tronos imperiales, no tenían tiempo para dedicárselo a los ministriles que se encargaban de las cuentas
Fue Bárcenas, a la vista de lo declarado por sus jefes, un hombre afortunado, libre y feliz, que en sus muchos años de encargado de los dineros del Partido Popular, pudo hacer lo que le vino en gana, desde recibir visitas de notables empresarios con carteras bien hinchadas, que milagrosamente habían perdido peso a la salida del despacho, hasta llevar las cuentas, firmar cheques millonarios y otras minucias similares, sin que nadie le vigilara o, incluso, a lo que ahora parece, ni le dirigieran la palabra.
Porque todos ellos, Aznar el primero, Rajoy el segundo, han venido a decir poco menos que quién era aquel señor que cantó que había una caja B, que ellos, aposentados en sus tronos imperiales, no tenían tiempo para dedicárselo a los ministriles que se encargaban de las cuentas, un trabajito menor, qué les importaba a ellos cómo se manejaban los millones de euros del partido, embebidos como estaban en cruciales cuestiones de altísimo nivel nacional e internacional, que si el Prestige o las Azores. Para dedicarse a los sobres estaban ellos.
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