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El maestro Rodrigo Alemán

Pocos datos históricos tenemos sobre Rodrigo Alemán, salvo que era un personaje tan desconcertante como fascinante fue su obra misma. Dice la leyenda que Rodrigo era un judío converso que aprovechó el encargo que le hicieron de tallar en madera de nogal los respaldos y brazos de las sillerías corales en las catedrales de Toledo, Plasencia y Ciudad Rodrigo, para incluir mensajes subliminales en sus relieves y de paso hacer mofa a la Iglesia

Especial desde Plasencia

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Madrid

Si vamos viendo los sillares de estos coros nos daremos cuenta de la grandeza de su talle y la perfección de su trabajo, pero si queremos buscar lo “prohibido” hay que mirar por debajo... y fijarse en las “misericordias” de la sillería que se sitúan en el respaldo del asiento y que son pequeños apoyos para los glúteos de los canónigos cuando se ponían de pie. Para ello tenían que subir sus asientos abatibles y de ahí proviene su nombre, pues les aliviaba en parte la columna.

Tras haber realizado las sillerías de Toledo, se dirige a Plasencia para acometer un nuevo reto en su catedral, que luego simultánea con la catedral de Ciudad Rodrigo. Le encargan esculpir los relieves de su sillería. Su especialidad. Seis años tardó en trabajar la dura madera de nogal de la sillería y lo hizo al estilo gótico. Son necesarias varias horas para admirar el despliegue de sus taraceas, tallas, pomos, encajes y calados. En los dorsales nos va relatando los episodios más notables de la historia sagrada desde la creación de Eva hasta la venida del Espíritu Santo. Pero son en las misericordias donde el maestro derrocha humor negro y grotesco que no se detiene ante lo obsceno, pero con detalles muy originales. En ellas esculpió centauros, monos, toros, quimeras y cerdos al lado de frailes y figuras que desprenden un erotismo puro. El maestro Rodrigo –quien dejó su propio autorretrato en la misericordia de la silla episcopal- hizo toda una sátira irreverente, carnal, escatológica y libidinosa camuflada con otras figuras sacras de la sillería. No le faltaba imaginación.

Por un cierto asunto turbio (posiblemente de impago de deudas), se le condenó a la pena de encierro en la torre de la catedral de Plasencia y dicen que se puso a idear un método para poder escapar de la cárcel. Primero, se sometió a una rigurosa dieta de carne de aves para adelgazar, pero aves que se hacía llevar con todo su plumaje. Él las desplumaba y así fue investigando la relación entre el peso del ave y la cantidad y disposición de sus plumas. Tras numerosos cálculos matemáticos, llegó a la conclusión de una fórmula exacta de plumas necesarias y construyó entonces un artefacto de madera en forma de ala, forrado de badanas, telas, cueros y plumas que, según él, aguantaría el peso de su cuerpo que previamente había embadurnado con algún tipo de brea o engrudo para pegarse las plumas que necesitaba en relación a su peso, y con él se lanzó por la ventana de la torre en un acto heroico, emulando a Icaro.

¿Tuvo éxito? ¿Sabemos algo más de su vida a partir de aquel incidente? 

Pocos datos históricos tenemos sobre Rodrigo Alemán, salvo que era un personaje tan desconcertante como fascinante fue su obra misma. Dice la leyenda que Rodrigo era un judío converso que aprovechó el encargo que le hicieron de tallar en madera de nogal los respaldos y brazos de las sillerías corales en las catedrales de Toledo, Plasencia y Ciudad Rodrigo, para incluir mensajes subliminales en sus relieves y de paso hacer mofa a la Iglesia

 
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