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Economia y negocios

El código de barras: la historia del invento que da nombre a nuestro programa

Nuestra compañera Aida Bao viajó en el tiempo para saber cómo evolucionó este sistema que ha llegado a nuestros días.

Años 50. Miami, Estados Unidos. Un estudiante de tecnología descansaba en la playa mientras le daba vueltas a cómo acelerar el pago en las tiendas locales. Dibujando puntos en la arena pensó en el código morse, y los fue alargando hasta convertirlos en barras. De repente cayó en la cuenta: ahí tenía la respuesta. Cambió las barras por círculos concéntricos y solicitó la patente.

Poco después nació el escáner. Un ingeniero decidió estampar líneas junto a códigos de colores en los trenes para que cada uno pudiese ser identificado mediante lectura automática. De ahí surgió este aparato que ahora utilizamos en los supermercados para reconocer cada producto.

Años más tarde un ingeniero de IBM pensó que el código de barras podía hacerse más compacto. Por ello modificó su forma circular para convertirla en un rectángulo. Y así fue como terminó de perfilarse hasta llegar al formato que conocemos hoy en día.

Fue en 1974 cuando un paquete de chicles se convirtió en el primer producto de la historia que se leyó como un código de barras. En la actualidad, se escanean diariamente 7.000 millones de códigos para enviar paquetes online, y 5.000 millones en tiendas físicas.

Los usos que tiene hoy son infinitos, casi tantos como podamos imaginarnos: además de productos, pueden identificarse servicios, zonas, personas, facturas, vuelos… Para obtener el tuyo propio hay que acudir a una organización llamada GS1, encargada de distribuirlos. Tiene centros en casi cada país del mundo y el coste varía según el tamaño de la empresa.

En cuanto a su significado: ¿Qué son exactamente las barras y los números? Las barras corresponden, simplemente, a una representación gráfica de la enumeración. Es una especie de tipo de letra que la impresora reconoce y que aparece reflejado en esos espacios. Los números en sí no significan nada. De hecho, el portavoz de la ECOC David Esteller cuenta que “afirmar que dependiendo de los que estén impresos, el producto está fabricado en un país u otro, es una leyenda urbana”. Solo corresponden al lugar de expedición.

 
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