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'Orgullo y prejuicio', una novela de reconocimiento

Se trata de una historia construida con detalle, que nos cuenta una maravillosa historia de amor, pero sobre todo la historia de dos personas que se dan cuenta de que se han equivocado

'Orgullo y prejuicio', una novela de reconocimiento

'Orgullo y prejuicio', una novela de reconocimiento

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Jane Austen nació en 1775 en Steventon, Inglaterra, y murió en 1817. Interesada especialmente en la psicología de los personajes y en las relaciones humanas, cultivó el gusto por el retrato íntimo y el estudio de la vida doméstica, apoyándose en un estilo depurado y en una indudable perfección técnica. Es autora de seis novelas: 'Sentido y sensibilidad', 'Orgullo y prejuicio', 'Mansfield Park', 'Emma', 'La abadía de Northanger' y 'Persuasión', por las que ocupa un lugar destacado en la historia de la literatura inglesa.

'Orgullo y prejuicio', publicada en 1813, es una novela apasionante, llena de diálogos brillantes e inteligentes y de personajes inolvidables, como la protagonista, Elisabeth. Es una historia construida con detalle, con cuidado, que nos cuenta una maravillosa historia de amor, pero sobre todo la historia de dos personas que se dan cuenta de que se han equivocado.

Una pequeña parte de la sociedad que vive atrapada en un presente casi eterno

Resulta sencillo captar la trascendencia que tuvo para la sociedad de su época, pues durante la década en la que Napoleón estaba actuando en Europa y transformándola, Jane Austen compuso una obra en la que los hechos giran en torno a un hombre que cambia sus modales y una joven su mentalidad.

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La novela ofrece una visión general de una pequeña parte de la sociedad que vive atrapada en un presente casi eterno, en el que son muy pocos los cambios que pueden producirse. Todo lleva a la consecución de enlaces matrimoniales satisfactorios, que es el modo en que una sociedad asegura su continuidad y minimiza la posibilidad de que se produzca el más mínimo cambio violento. En un mundo así, un cambio de mentalidad, un acto mediante el cual la conciencia demuestra cierta independencia puede, sin duda, resultar un acontecimiento bastante trascendental.

La obra de Austen trata, principalmente, de los prejuicios y del establecimiento de nuevos juicios. Es una novela de reconocimiento entendido como el acto por el cual la mente puede volver sobre un hecho y, de ser necesario, realizar revisiones y correcciones hasta llegar a verlo como es en realidad. Como tal, se relaciona temáticamente con las obras dramáticas de reconocimiento que constituyen la tradición de la tragedia occidental (como 'Edipo Rey', 'El rey Lear' o 'Fedra') si bien se ha pasado del drama a la comedia para ajustarse a una obra que no trata de la finalidad de la muerte del individuo, sino sobre la continuidad de la vida social.

La necesidad constante de estar alerta ante la apariencia y la realidad

El hecho de que los actos internos puedan resultar tan agotadores como la acción externa es una realidad que Jane Austen, con su postura restringida en una sociedad bastante inmóvil, percibió con especial habilidad. El padecimiento de Elisabeth es muy antiguo, ya que se ha enfrentado por primera vez a las problemáticas discrepancias entre las apariencias y la realidad, y a los límites insospechados del conocimiento, aunque solo se trate de reconocer a un vividor o a un caballero, tales actos de reconocimiento resultan determinantes para proporcionar felicidad o sufrimiento. La necesidad constante de estar alerta ante la diferencia entre apariencia y realidad se establece de forma clara desde el principio.

Para Jane Austen eran las cualidades individualizadoras, que diferenciaban de forma clara incluso a dos hermanas, las que despertaban mayor interés. Elisabeth no es un estereotipo sino que posee esa energía independiente que suele alterar la disposición a tipificar. Quiere reconocimiento por lo que es y no por lo que pueda representar. Elisabeth tiene la fortuna de atraer la exigente mirada de Darcy pues es el único personaje masculino de la novela capaz de estar a la altura de todas las cualidades de ella. Así, es justo que también ella descubra todas las cualidades de Darcy, lo que finalmente sucede en Pemberley.

Jane Austen creyó en el valor de los rituales sociales de su época y debió considerarlos ceremonias y celebraciones de los valores de la comunidad. También fue consciente de que los defectos de algunos intérpretes podían estropear el ritual y convertir una ceremonia que debería disfrutarse en una auténtica pesadilla. Sin embargo siempre habrá una diferencia entre quien son plenamente conscientes de que el rol que desempeñan en una situación en particular no debe identificarse con todo su ser, y de que hay facetas y dimensiones del carácter que no pueden revelarse siempre en todas las ocasiones.

¿Qué es el amor según la novela?

En una sociedad estratificada como la que Jane Austen dibuja, hay restricciones invisibles, límites y abismos que una persona respetuosa no se atreverá a cruzar. Algunos miembros de la aristocracia terrateniente hacen comentarios malintencionados sobre los comerciantes: una de las cosas que Darcy tiene que hacer es aprender a valorar el mérito de personas como los Gardiner. El absurdo y vergonzoso servilismo de Mr. Collins es un ejemplo extremo de la clase de mentalidad, o más bien de la ausencia de sentido, que tal sociedad puede exigir como requisito para pertenecer a ella. Sin duda es relevante si Elisabeth puede formar parte de esa sociedad. ¿Puede Darcy cruzar el espacio que, a los ojos de la sociedad, existe entre Elisabeth y él?

Jane Austen se muestra particularmente desconfiada de la inmediatez de la atracción sexual. En primer lugar observamos que si la sociedad de Jane Austen minimiza la dimensión corporal, también hace otro tanto con la posibilidad de una dimensión transcendental. A ella le interesa la conducta pero casi nunca la experiencia religiosa. Su sociedad es secular y materialista. En una sociedad como esta la necesidad de casarse es muy real, y al poner la prudencia por delante de la pasión, los personajes como Charlotte hacen lo que la realidad económica de su sociedad les obliga a hacer. La pasión, como tal, apenas se diferencia de la locura en la novela.

Este artículo contiene fragmentos de la introducción de Tony Tanner a la edición de Penguin Clásicos

 
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