Lunes, 05 de Junio de 2023

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Reportaje:Inmigr@nte

Los inmigrantes sin trabajo se inventan oficios para sobrevivir

Peluquería, traslados, cotillón, venta en la calle, promotores. Todo vale para sumar los euros y llegar a fin de mes

Edgar después de quedar en paro se puso a vender empanadas en el metro Usera

Edgar después de quedar en paro se puso a vender empanadas en el metro Usera / YM

A mal tiempo buena cara. Ante el paro y la falta de trabajo muchos inmigrantes, que resisten el embate de la crisis, buscan sobrevivir tirando de nuevos oficios mientras les sale un trabajo estable. Algunos trabajos reviven a este lado del Atlántico y otros simplemente se los inventan. El objetivo es ganar dinero y el público objetivo es la comunidad inmigrante

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El dominicano Bruno Rodríguez de 45 años, trabajaba en la construcción hace tan sólo cinco meses, después se quedó sin trabajo. Mientras reparte su curriculum en su furgoneta, de vez en cuando recibe una llamada de sus amistades dominicanas que van o vuelven del aeropuerto y le contratan como taxi. "Les cobro más barato que un taxi. Además, que cuatro maletas de 30 kilos cada no caben a un taxi", indica sonriendo con malicia. A la semana hace al menos un viaje y su número ya es conocido por la comunidad dominicana. Su tarifa es 40 euros por viaje al aeropuerto que incluye para "sus amigos" el traslado hasta el check in de la aerolínea

El número de desempleados en España superó en marzo los cuatro millones. El paro subió en 802.800 personas en el primer trimestre del año, con lo que el número total de desempleados se situó en 4.010.700, alcanzando su valor más alto en 10 años, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) que pública el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Quienes más sufren son los inmigrantes. Muchos de ellos ya han retornado a sus países pero los que se quedan siguen dando pelea a la crisis e ingeniándoselas para ganar un poco de dinero. En Madrid el paro crece imparable. Unas 1.250 personas pierden su empleo cada día. Son 450.000 los desempleados en la comunidad, un 45% de ellos son inmigrantes, según denuncian los colectivos inmigrantes

Lucía Soto es otra dominicana que ha tenido que echar mano a sus conocimientos de cotillón, adquiridos en su país, para elaborar muñecas de papel de servilleta y cartón que hace a pedido de sus clientas que no dudan en encargarle un par para adornar sus mesas y dormitorios. La muñeca tiene un costo de sólo cinco euros y pueden encargarse en diferentes colores de servilletas. "Mi trabajo es de media jornada y eso no me alcanza. Con las muñecas reúno para los gastos de la cocina", dice orgullosa.

No es el único caso de estas mujeres y hombres corajes. La colombiana Marcia J.L., de 25 años, visita a sus clientas inmigrantes los fines de semana para hacerles la manicura y pedicura por siete euros. En los salones de belleza estos servicios tienen un costo superior a los diez. Su marido, también en paro, de profesión peluquero, acude a atender a sus amigos, o éstos lo visitan en su piso y les cobra cinco euros por el servicio. Sumando euros llegan a fin de mes aunque su prioridad es conseguir trabajo lo antes posible.

El ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, en declaraciones a la SER, ha informado que los próximos meses "la situación laboral empezará a mejorar"; un poco de esperanza, especialmente para los trabajadores de la construcción porque según el ministro, este sector, "ya ha tocado fondo"

"Allá tengo mi restaurante y aquí vendo empanadas a la salida del metro"

"Empanaditas de carne, tucumanas a sólo un euro", grita a todo pulmón el boliviano Edgar Nina, de 36 años, a la salida del Metro de Usera. En una caja de cartón tiene las empanadas de carne de pollo envueltas en papel de aluminio y apiladas cuidadosamente. En otra bolsa reposa la "llajua" (salsa picante) y la mayonesa. Sus ojos miran cada minuto a los lados por si aparece "la secreta", como le llama a la Policía, que hace batidas frecuentes. Las 25 empanadas que lleva por día las termina de vender a la una. A esa hora se va a una panadería del barrio a ayudar a hacer los panes que lleva nuevamente a la boca del metro para ofrecerlos.

Estas dos actividades permiten que cada fin de mes reúna 700 euros, de los que se ahorra 500. "El cuarto lo paga mi compañera" dice, con desparpajo.

Eso sí, no es fácil ser ambulante ya que se debe levantar temprano y pelear los clientes con otros vendedores. "Las empanadas son muy buscadas porque para muchos es su comida del día por 1 euro", asegura.

Edgar es un inmigrante curtido. Antes de venir a España trabajó en Argentina. Despachó a su esposa para que "abriera camino en España". Pero cuando se reunió con ella, al cabo de unos años, ésta ya tenía otra pareja. "España no me ha dado nada, sólo mujeres" afirma con malicia mientras suelta una carcajada que deja ver sus dientes forrados de oro.

"Qué 'imilla', se hace la que no conoce las tucumanas"

Doña Agustina, como le gusta que le llamen, es de Potosí y vive desde hace dos años en Madrid. Confiesa que está acostumbrada a vender empanadas y comida por lo que su actividad es por vocación, no producto de la crisis. Su mayonesa de fabricación casera es famosa en la zona y no desperdicia ni un segundo para vender sus empanadas de pollo y carne sólo a los que tienen cara de latinos, mejor si son bolivianos. A los españoles no les ofrece porque, según ella, "nunca compran". Agustina tampoco tiene papeles y se ha quedado en España porque en Bolivia sus hijos "no le dejan trabajar". Cuando un posible cliente con "cara de boliviano" pasa de ella, se enoja y vocifera en voz baja: "Se hacen los españoles".

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