
España inicia la Eurocopa en Gdansk, una ciudad clave en el siglo XX
A escasos kilómetros del mar Báltico, la que es hoy la sexta ciudad más grande de Polonia desencadenó la Segunda Guerra Mundial y vio nacer un movimiento que puso en jaque al comunismo en los ochenta
Mientras otros equipos, como Alemania o Italia, han visitado el campo de concentración de Auschwitz, testigo mudo de la barbarie nazi, España debuta este domingo a kilómetros de la catedral de ladrillo más grande de Europa, un monumento que conserva los impactos de las bombas que cayeron en 1939 sobre la que entonces era una 'Ciudad libre'
Cayeron Austria y los Sudetes y Adolf Hitler, lejos de contentarse, lanzó un pulso definitivo a las democracias que tantos desafíos le habían consentido. El espacio vital de su Reich alemán necesitaba a Gdansk, una ciudad que había pertenecido a Prusia y luego al imperio germano durante más de un siglo hasta que, al amparo de la Sociedad de Naciones, el Tratado de Versalles la convirtió en una 'ciudad internacional'. El 1 de septiembre del 39, el ejército alemán movía ficha y para el mundo ya no había opción de regresar a la casilla de salida.
Gdansk -Danzig para los alemanes- se reinventó de las cenizas que destrozaron la casi totalidad de sus edificios, ensañándose con su casco antiguo. La catedral de Santa María todavía conserva los huecos de los proyectiles que acabaron derribando bóvedas y fundiendo ladrillos, convirtiendo la torre de la estructura gótica de ladrillo más grande de Europa en una pira humeante. Ya bajo bandera polaca, la capital de la provincia de Pomerania pasó a formar parte de lo que hoy se conoce como la 'tri-ciudad' o 'triple ciudad', junto con Gdynia y Sopot. En esta última, Rafael Nadal conseguiría su primer título en la ATP en 2004.
La selección española se encontrará la cara irreconocible, moderna, de la ciudad sometida al fuego indiscriminado durante años, como tantas otras en el corazón de Europa. Sorprende su casco viejo, plagado de casas con tejados picudos y fachadas coloridas, edificios de marcada influencia flamenca como la Puerta Verde o joyas como la rosada Wielka Zbrojownia, restaurada hace pocos años. El Dlugi Targ, la calle peatonal más ancha del centro, rebosa vitalidad y suele concentrar en sus terrazas a los visitantes de una de las ciudades más turísticas de Polonia.
El contraste con las afueras abre la página de otra época. Bloques de pisos idénticos, mismos colores, misma altura, jalonados al borde de carreteras que hoy son autopistas. El legado del comunismo ha evolucionado hacia un paisaje lleno de grúas, típica estampa de la economía polaca, que tiene en la construcción uno de sus principales activos. En su camino hacia el PGE Arena, los aficionados que viajen en tren dejarán a la derecha otras grúas ya abandonadas, pero con un papel clave en la historia.
En 1980, Lech Walesa inició un viaje con billete de ida que le llevó de ser un anónimo electricista a convertirse en una figura política de renombre mundial, ganador de un premio Nobel de la Paz. Tres cruces gigantes con tres pequeñas anclas presiden la entrada del Stocznia Gda?ska, el obsoleto astillero de la ciudad, como una metáfora de la mediación decisiva de la iglesia católica polaca para desbloquear el pulso de los trabajadores al gobierno de Mieczys?aw Jagielski. Una lucha que se inició el catorce de agosto y pronto se propagó bajo un nombre, primero en pintadas, más tarde en pasquines: 'Solidarsnoc'. Solidaridad.
Fueron dos semanas de huelga, resistencia cívica y decenas de detenidos, la semilla tras la cual aparecería el primer partido político de todo el bloque soviético sin la tutela directa del Partido Comunista de Moscú. Apoyado por millones de trabajadores de toda Polonia, en 1989 Walesa accedió a la presidencia del país. Hoy, el carismático líder reside en una residencia situada en un barrio tranquilo a las afueras de Gdansk, la ciudad en la que todo empieza para España en esta Eurocopa.
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