Cine y TV
REPORTAJE

¿Por qué nos gustan los personajes malvados?

Son detestables, crueles, mezquinos... pero enamoran a los seguidores de sus series, ¿por qué?

Imagen promocional de 'House of Cards' con Kevin SpaceyNetflix

"Me da igual que me tengan miedo. ¡Dirijo un negocio, no un puto concurso de popularidad!". ¿Personaje mal humorado? ¿Con un mal día? ¿O, simplemente, un personaje malvado? La frase sale de los labios de Tony Soprano, el protagonista de la serie 'Los Soprano' y ese negocio al que se refiere es el del hampa. El de la mafia donde se gestionan los asesinatos como las apuestas ilegales, las prostitutas o los residuos. Todo da dinero a La Familia. Sin embargo, ¿quién no ha querido en algún momento a Tony Soprano? ¿Quién no ha deseado que le salgan bien los planes? Y la gran pregunta, ¿por qué empatizamos con un tipo de estas características?

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"Lo que sucede es que esta clase de individuos producen lo que se llama: Satisfacción vicaria (satisfacción a través de terceros). Sus acciones son violentas o despiadadas como a todos nos gustaría ser muy en el fondo de nuestro ser", explica para este reportaje el psicólogo clínico y escritor César Landaeta sobre por qué nos gusta un personaje tan desalmado como Tony Soprano: "La represión de los instintos primarios, lograda por la socialización a la que hemos sido sometidos desde muy temprano en nuestra vida, de todas maneras no logra apaciguar del todo a la fiera interna. Ella busca expresarse de alguna forma en la consciencia o en la realidad. Si tenemos problemas emocionales, seremos unos delincuentes o asesinos; pero si somos normalitos, como casi todo el mundo, algo de lo perverso que tiene un Tony Soprano, nos hipnotiza y nos complace. La satisfacción vicaria permite un acto catártico que nos alivia la tensión", comenta el doctor Landaeta.

Esto de aplaudir en un personaje de serie de televisión o película esa transgresión de lo establecido desde el sillón de nuestra casa es lo que los guionistas Gonzalo Toledano y Nuria Verde denominan Efecto Soprano en su libro 'Cómo crear una serie de televisión' (T&B Editores, 2007). Explican cómo el sucio y sanguinario mundo de 'Los Soprano' proporciona a los espectadores de la serie cierto tipo de satisfacción emocional: "En la vida real, nos tenemos que enfrentar a numerosas injusticias y frustraciones, que nos provocan rabia y desesperación. Muchas veces vemos cómo las personas más rastreras y que menos se lo merecen medran. Por lo cual, es muy gratificante ver a Tony Soprano ajustar las cuentas con los canallas de esta vida [...] Porque en una vida en la que no hay justicia y se aplasta al más débil, Tony [Soprano] en la ficción impone su justicia personal en situaciones cotidianas con las que todos nos sentimos identificados", escriben.

Es el atractivo de los malos que, desde hace algo más de una década, se ha apoderado de los personajes principales de las series, imponiendo una clara tendencia en la que la lista de nombres puede resultar interminable: Walter White ('Breaking bad'), Nucky Thompson ('Boardwalk Empire'), Dexter ('Dexter'), Stringer Bell ('The Wire'), Frank Underwood ('House of cards'), Ray Donovan ('Ray Donovan'), Red Reznikov ('Orange is the New Black'), Victoria Grayson ('Revenge'), Raymond Reddington ('The Blacklist')... Personajes todos ellos que, o bien son parte fundamental de la serie o bien la ficción gira en torno a ellos.

Pero, sin duda, la clave de esta revolución malvada en la ficción televisiva es, como comenta el actor Vicente Romero en este reportaje, que se está dejando atrás por completo esa simplificación entre malos y buenos que tantas pasiones han levantado durante décadas en las butacas de cines y que presentan a personajes demasiado planos: "El atractivo de los personajes malos es que si están bien escritos tienen más profundidad, más facetas... Son personajes más completos que los que desempeñan el rol del bueno que es más plano, más sencillo", dice Vicente.

A pesar de que en sus inicios como actor una directora de casting le vaticinó que con su sonrisa nunca podría encarnar a un malo, lo cierto es que el rostro de Vicente Romero y los personajes malvados van de la mano tanto en cine como en televisión. Hace poco más de tres años lo vimos en la serie 'Crematorio' dando vida a Sarcós, el tipo encargado del trabajo sucio del todopoderoso y corrupto constructor Rubén Bertomeu (Pepe Sancho): "Hay una simplificación muy curiosa de malos y buenos. El personaje mío de 'Crematorio', si te fijas, no era malo", explica Romero sobre Sarcós, "Hay una secuencia en el que se despierta porque estaba recordando su abandono. En este caso, este personaje tiene una profundidad, su maldad surge del sentimiento de abandono y de soledad. Él adopta a su jefe como si fuera su padre. No es malo de una manera gratuita, hay una especie de justificación vital".

Aparecen las aristas en los personajes. No todo es blanco en los buenos ni todo es negro en los malos. Ahí está una de las principales razones de atractivo de este tipo de personajes, a priori detestables. "[Estos personajes] Son gente que, por circunstancias vitales, se han convertido en alimañas. El Maquea, un señor enganchadísimo a la heroína y con una serie de circunstancias vitales que no ayudan mucho, se convierte en un personaje que puede ser un asesino. Ese tipo de malos tienen la riqueza de poder profundizar porque tienen muchas capas", comenta el actor sobre su trabajo en la tv-movie 'Padre Coraje' donde interpretó a El Maquea, el supuesto asesino del hijo del protagonista.

Malos con razones.

La vida los aboca a ser como son y el espectador termina creando unos lazos con esos tipos ficticios que supera su lado más despiadado. Son malvados a los que la vida no les ha dejado otra salida o malvados con alguna razón que el espectador llega a comprender. "Walter White obra mal... para conseguir un fin bueno: el futuro de su familia... aunque luego todo se le va de las manos. En el fondo, en 'Breaking Bad' hay una crítica evidente al sistema sanitario y de pensiones de Estados Unidos. En el caso de Tony Soprano es más clara su maldad: es un mafioso (en este sentido, un gran personaje es también el prota de 'Peaky Blinders', una gran serie inglesa). Tony Soprano es un cabrón... pero vemos sus dudas, sus debilidades y sus ataques de pánico.... De hecho, va a terapia (esa es la clave de la contradicción del personaje)", explica Javier Olivares, creador y guionista de series ('Los Serrano', 'Isabel', 'Víctor Ros'...) que repasa algunos de los malvados con más tirón de las series que nos llegan desde EEUU, "Tyrion Lannister ['Juego de Tronos'] es un personaje cínico, pero positivo y melancólico toda la serie. Y su maldad es forzada porque le llevan al límite: su esquema de bondad, de respeto, está fracturado. Lo que une a los tres cara al cariño del espectador es que ves sus razones para ser como son y no son monolíticos".

Razones para ser como son, afirma Olivares. Desde un punto de vista psicológico, Landaeta argumenta: "Los guionistas no hacen un malo, sin una historia previa que lo justifique. Los malos que más éxito han tenido en la historia del cine o la literatura, tienen en su pasado un acontecimiento negativo causado por abandono afectivo, agresiones inmerecidas o rechazo a un talento que la gente no supo apreciar (¿recuerdan al malo de 'Los Invencibles'?). Esto es igual a lo que ocurre en la vida real. Si ves las biografías de personajes como Robespierre, Hitler, Stalin o Calígula, encontrarás temas vitales parecidos. El resentimiento es una de las mayores causas de maldad en el mundo. Por eso, mucha gente tiende a identificarse con el malo que viene a cobrar venganza. Hay muchos resentidos en el mundo.".

En el argot del psicoanálisis es lo que los psicólogos conocen como Identificación proyectiva. Es decir, un mecanismo mediante el cual el espectador de una obra (ya sea teatro, cine o serie de televisión) tiende a captar los elementos que motivan al personaje hasta encontrar que, de alguna manera, se parecen a los suyos: "nos sentimos como él (ella), aplaudimos sus acciones y salimos reconfortados si el resultado les es favorable o contrariados, si no lo es. El personaje de 'V de Vendetta', por ejemplo, además nos aporta un disfraz, que es otro elemento valorado por nuestro inconsciente. Nos agrada sentir que podemos ser otra persona, para hacer lo que nos plazca y si la máscara nos da esa sensación, bienvenida será (Pensemos en 'La máscara', de Jim Carrey)", analiza Landaeta.

Con careta o sin ella, los deseos de venganza es una de esas características que pueden convertir en atractivo a cualquier personaje encontrando en el telespectador un apoyo total y un anhelo de que los planes del personaje se lleven a cabo de manera satisfactoria, sea como sea: "La venganza es muy atractiva cara al espectador porque los espectadores no tenemos normalmente la posibilidad de ejercerla en la vida real. Y no porque nos falten ganas", apunta Javier Olivares quien en la serie 'Isabel' tuvo que crear a más de un personaje movido por este afán vengativo: "En este sentido, para mí hay mitos insuperables, como el Michael Douglas de 'Un día de furia'. O el Dustin Hoffman en 'Perros de paja'. Y películas que son obras maestras en las que quieres que le pase algo terrible al malvado y, cuando le pasa (la venganza social o de la justicia hacia el malvado) te dan pena, no quieres que les pase nada. Las mejores para mí en este sentido son 'La naranja mecánica' y 'A sangre fría'. Obras maestras que ponen tus principios sobre lo que es bueno o malo en duda.", expone Olivares.

Los malvados de clase media-baja, mejor vistos.

En el proceso de identificación de manera positiva de personajes cuya moral y actos son del todo negativos, la pertenencia a una clase social media-baja humaniza al personaje y es otro de los factores a tener en cuenta: Naturalmente, alguien que abusa de su poder o su riqueza, genera malestar. En el inconsciente colectivo de nuestra sociedad existen reminiscencias de las leyendas que nos anteceden. Esto lo saben los productores cinematográficos. El estereotipo de un Robin Hood que roba a los ricos para favorecer a los pobres, está latente en casi todos nosotros y, por supuesto, la manipulación política hace el resto. Lo paradójico es que en el día a día más bien envidiamos a esos ricachones", opina el psicólogo César Landaeta.

Como guionista, Olivares encuentra en que la violencia ha servido en no pocas obras como arma de los oprimidos y, por tanto, termina relativizándose su mal uso: "basta leer los periódicos para ver que los que para unos son terroristas, para otros son héroes que luchan por la liberación de su pueblo. Jesucristo era un terrorista peligroso para Roma. La mafia italiana surge para proteger al pueblo de los desmanes de los más poderosos... aunque luego mira en lo que se ha convertido. Evidentemente, creo que es más difícil justificar la violencia cuando viene de parte del que lo tiene todo. No lo necesita: tiene el poder. Y normalmente el apoyo de los gobiernos. Sin ir más lejos, en este país te puede caer más cárcel por robar fruta en un mercado que por defraudar millones de euros. Sí que me parece muy sutil el uso de las redes sociales del malo de la primera temporada de Broen. Es un asesino que logra apoyo social manipulando a la opinión pública.".

¿Nos induce el guion a apoyar a un personaje?

Parando un momento a reflexionar, quizá se pueda encontrar la explicación de por qué uno desea que a Walter White le salgan bien sus ventas de drogas y, sin embargo, deseamos que McNulty y su equipo de policías en 'The Wire' le desbaraten los planes una y otra vez a la banda de Avon Barksdale que controla el negocio de la venta de drogas en las calles de Baltimore. ¿Por qué en ocasiones nos gustan los narcotraficantes o y en otras no? La respuesta está en la manera en la que los guionistas nos presentan no solo a los personajes, sino también su papel en las tramas y el enfoque de las mismas.

"El guion condiciona siempre la forma en la que vemos a los personajes", afirma Javier Olivares que recalca que "el público evoluciona. Y ahora ves al Joker de Nicholson y te da la risa. Insisto en que cada personaje, bueno o malo, a día de hoy debe reunir dos condiciones si quiere dirigirse a un público adulto: 1) Mostrar las razones que le mueven a hacer lo que hacen; y 2) que no sea bueno-bueno o malo-malo... Que veamos las debilidades del bueno y las virtudes del malo. Aunque solo sea un poquito. Lo demás, es maniqueo, antiguo y me resulta bastante patético".

Por su parte, Landaeta apunta a que los personajes, buenos o malos, que el espectador acaba adorando son aquellos a los que los guionistas les han conferido las capacidades de satisfacer necesidades o deseos en los espectadores: "El papel de malvado casi siempre es diseñado por los creadores con base en un estudio previo de las audiencias a las que van dirigidas", señala el psicólogo, "sus caracteres apelan a lo que es disruptivo, lo transgresor que la gente normal lleva por dentro y entonces, los guionistas lo validan, ya sea mediante el humor; la compasión que nos genera una vida anterior de sufrimientos inmerecidos; un comportamiento frío o una descarga de adrenalina muy placentera que nos dejan sus acciones".

¿Mejor un malvado interesante que un buenazo pardillo?

Si aquellos que roban, mienten, extorsionan, difaman, malversan, asesinan o torturan terminan convirtiéndose en los personajes preferidos de los amantes de la ficción, no deja de llamar la atención que el personaje que ostenta el rol de buenazo, cada vez más, sea presentado como todo un fracasado cuya función en el guion es provocar la risa o el rechazo del espectador.

¿Quién va a querer ser el doctor Wilson, en la serie 'House', por muy buen médico y amigo que sea pudiendo enfundarse en la piel del protagonista, el ególatra, racista, maleducado e impertinente doctor House? ¿Quién va a querer ser como Alan Harpen en la serie 'Dos hombres y medio' (divorciado, con apuros económicos, fracasado con las mujeres) pudiendo ser como su hermano Charlie?

"Estos personajes ciertamente son unos pringaos. Ellos, en realidad, no son buenas personas, sino unos individuos llenos de conflictos internos que los llevan a amoldarse a los caprichos de quienes tienen más poder, dinero o una personalidad más fuerte", explica el psicólogo Landaeta sobre personajes como Alan Harper, Carlton Banks ('El Príncipe de Bal Air') o Ned Flanders ('Los Simpson'): "Si tomamos a Alan Harper, por ejemplo, veremos que es un frustrado, resentido, envidioso y cuando puede, saboteador de su hermano. Por eso tendemos a odiarlo. Los verdaderamente buenos, por lo general no son detestados por el público, sino más bien compadecidos o admirados."

Para Olivares, esta caricaturización del bueno de la serie es una herramienta muy potente en el género de la comedia: "A Alan Harper no le considero un pringao. Todos los personajes de 'Dos Hombres y medio' son negativos. Egoístas. Los dos hermanos [Charlie y Alan] son unos machistas en la crisis de la edad madura. Sólo que uno tiene gancho y el otro no (aunque algún pibón le cae de rebote). Alan es un cabrón esencialmente. Es un ejemplo de que la sitcom es más fuerte cuanto más criticables y negativos son sus personajes, como en 'Frasier', 'Cheers'... E incluso en 'Big Bang Theory' (cuatro inadaptados sociales en realidad). Una de las pocas sitcoms de calidad en las que, en general, todos sus personajes son encariñables es 'Allo, Allo'.".

En este apartado de los personajes positivos procede recordar a aquellos que se mueven por un fin encomiable (son los buenos) pero llegan a él a través de métodos muy cuestionables, tanto desde el punto de vista ético como legal. Esta característica se aprecia muy bien en series policiacas. Personajes tales como Luther (en 'Luther'), Raylan ('Justified'), McNulti ('The Wire'), Fran ('El Príncipe'), Ros ('Victor Ros')... son agentes de la ley que no reparan en quebrantarla si de esa manera logran ese fin "bueno" último que ellos (y el espectador, de ahí su apoyo) consideran justo.

Parece que ya no hay buenos como los de antes. En las series de hoy en día (sean americanas, británicas o españolas), por fortuna, están desapareciendo los roles de héroes y antihéroes... Todos tienen un poco de todo, porque tampoco los malos son tan malos.

Recuerden que el mismo tipo que es capaz de estrangular con sus manos a un hombre desprende cada mañana una inusitada ternura al despertarse y bajar en calzoncillos y albornoz a buscar el periódico. Y estos malos gustan. En las series de hoy, lo atractivo no es lo que hacen los personajes, es cómo son los personajes.

 
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