Trump Revolution

New Hampshire

Pese a que nieva con fuerza a las puertas del Verizon Wirelles Arena, un pabellón de Manchester (NH) con capacidad para 10.000 personas, una decena de jóvenes protestan con fuerza contra Donald Trump. Uno de ellos viste algo parecido a un disfraz del Ku Klus Klan. Dicen que la del magnate no es la imagen de la América real. Minutos después, ya dentro del recinto, Donald Trump sube al escenario con el Revolution de los Beatles sonando a todo volumen. Queda claro que el candidato conoce cómo se monta un espectáculo.

A partir de ahí, tras un par de emotivos momentos familiares con su mujer y una de sus hijas, y una broma con un imitador, al que primero dice que espera no parecerse y después felicita deseándole que gane mucho dinero con la idea, el ritmo es frenético. Los temas, los de siempre.

“¿Qué vamos a hacer con Méjico, un muro?”. Y la multitud encendida grita “sí”. “Y una pregunta, ¿quién lo va a pagar?”. “México”, responden hasta dos veces, cada vez más alto. “Los muros sí funcionan, que se lo pregunten a Israel”, remata el candidato.

En cuanto a sus rivales, da igual de qué bando sean, el problema es que “sólo piensan en cómo ser reelegidos”, y aunque “son listos, hacen lo que les piden los lobbies que les financian cada vez que se presentan”.

Trump menciona la droga, “un problema en este Estado”, para enseguida asociarlo a que “estamos dejando entrar al país a gente que no sabemos de dónde viene ni quiénes son”, para acabar saltando al terrorismo en la misma frase, al sugerir “que podría ser de ISIS, quizá sí, quizá no”. A ese ritmo y con ese tono, continúa todo el acto.

Cuando termina, menos de una hora después, es fácil darse cuenta de que no ha dicho nada de cómo va a hacer todo eso. Salvo el muro. Sólo ha prometido casi al final que “vivirán mejor y pagarán menos”. ¿Quién no compra eso?

Miles de personas escuchan de nuevo el “Revolution” y se ponen en pie para aplaudir convencidas, aunque no les hayan dicho cómo, de que este señor hará de nuevo grande a América.